La oposición vuelve a ser escuálida
Aunque no vayan a las "marchas del Chúo", todos se presentarán sin falta a su centro electoral
Definitivamente, las manifestaciones opositoras han vuelto a ser escuálidas. La del pasado sábado se promocionó como un "puñetazo en la mesa" para comenzar la batalla electoral, pero en realidad fue un "puñetazo a la Mesa", por lo menguada que está su capacidad de convocatoria.
Compare usted la "reunión de activistas" del 8 de agosto (así la llamó uno de los organizadores, para ponerle una hoja de parra a su vergüenza) y comprobará que proporcionalmente había más gente (y, sobre todo, más convicción) en la protesta por la muerte del perro Cotufa.
Hay que recordar que el comandante Chávez les encasquetó la palabra "escuálidos" a los opositores en 1999 y 2000 porque a sus marchas solo asistían especímenes resistentes a la extinción adecopeyana. Pero eso cambió drásticamente a partir de 2001, a propósito del rechazo de la clase media al decreto 1.011, sobre supervisores escolares (¡oh, qué tiempos aquellos!). Las marchas engordaron luego de que el presidente aprobó 49 leyes por vía habilitante, entre ellas la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y la Ley de Pesca, aunque, a decir verdad, lo menos que había en esos jaleos era agricultores y pescadores. El vocablo escuálido pegó y se hizo equivalente de opositor (especialmente los de nariz pa’rriba), pero las marchas ya no lo eran.
Para comienzos de 2002, cualquier acto que convocase la dirigencia opositora generaba una respuesta multitudinaria, gracias, entre otros factores, a la poderosa maquinaria mediática del antichavismo. La expresión más acabada de esa fabulosa potencialidad para reunir masas fue la megamarcha del 11 de abril, que derivó luego en los infaustos sucesos de Puente Llaguno.
A partir de esa época, y con las intermitencias comprensibles, la oposición había tenido siempre gente en la calle o, al menos, golpeando cacerolas y tocando pitos y cornetas atorrantes, fenómeno que se hizo patente hasta las terribles guarimbas de 2014.
Pero, desde que ese movimiento violento fue sofocado (o se asfixió entre gases lacrimógenos y humos de basura), ha habido una mutación. La gente ya no cacerolea, ya no marcha, ya no guarimbea, ya no se embojota en la bandera, ya no acude a bailoterapias de protesta… No importa si los convoca el ala moderada-taimada o si lo hace el ala pirómana, el opositor silvestre mira para otro lado. Últimamente han ocurrido episodios muy duros para la oposición, como la detención del alcalde Ledezma y la inhabilitación de la diputada Machado, hechos que en otros tiempos habrían causado toda clase de airadas respuestas colectivas, pero que este año no han motivado reacciones notables, a menos que los tuits groseros de ciertos desocupados califiquen como tal.
¿Por qué pasa eso? Llevo tiempo formulando esta pregunta, especialmente a mis amigos opositores, pero no se les ocurre mejor respuesta que instarme a hacer cola para comprar un cartón de huevos o un pan canilla, según la escasez que esté de moda… como si el hecho de que existan problemas de abastecimiento de alimentos y especulación, negara la validez de mi pregunta.
Así que, con mis dos politólogas favoritas, Prodigio Pérez y Eva Ritz Marcano, me he fajado a buscar la manera de descifrar este enigma. Y hemos encontrado un ramillete de razones:
¿ La dirigencia opositora tiene un alto nivel de repudio. El militante los ve y siente casi tanto rechazo como el que les produce Diosdado Cabello (¡uf, calcule usted!).
¿ El pueblo opositor se cansó de las actividades de protesta. Luego de tres lustros marchando, batuqueando ollas, soplando pitos, cantando "… y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer", los antichavistas corrientes están lo que se llama hartos.
¿ La guarimba de 2014 provocó demasiados traumas. Cuatro meses de disturbios, la mayoría en zonas opositoras, dejaron a mucha gente con síndrome de estrés postraumático.
¿ El rrrégimen ha amansado al opositor común. Es la conjetura más extrema. Por no querer ni pensar en ella es que mandan a los preguntones pa’ la cola de Mercal.
¿ La gente está esperando pacientemente el 6D. Es la hipótesis a la que apuestan Prodigio y Eva. Ellas dicen que aunque no vayan a una sola de las "marchas del Chúo", todos los antichavistas se presentarán sin falta a su centro electoral.
¿ No existe una oferta electoral alternativa que impacte a la gente corriente. Prodigio y Eva rechazan esta razón porque en realidad antes tampoco han tenido tal oferta. Si esa fuese la causa, nunca habrían logrado movilizar a nadie.
¿ La actual fracción parlamentaria opositora da pena… Esta razón no necesita demasiadas explicaciones.
¿ Déficit agudo de Globovisión. Las politólogas lucubran que tal vez era la música incidental de la vieja Globo, la que agitaba a los opositores.
Bueno, hasta ahí llegamos Eva, Prodigio y yo. ¿Usted qué dice?… ¡Ah, y no me mande a comprar desodorante!
/N.A