Opinión

La MUD es un árbol caído al que nadie extraña

No hay que hacer leña del árbol caído, en especial si el vegetal no es de muy buena madera y ya estaba medio podrido. A pesar de esa recomendación muy cristiana, hay que decir que nadie parece extrañar a la MUD a estas alturas del juego. Con perdón de quien se sienta árbol caído.

La forma como la coalición de fuerzas políticas opositoras comenzó a desdibujarse hasta llegar al punto de la implosión tendrá que ser analizada con rigor por los estudiosos de la Ciencia Política. Pero así, de primer rebote, hay muchos elementos que apuntan a que han sido las contradicciones, las inconsistencias, las insinceridades, la arrogancia y la falta de autonomía los principales factores de esta debacle.

Para el análisis preliminar podríamos poner el punto de partida en el mejor momento de la MUD: diciembre de 2015. La alianza emergió victoriosa de las elecciones parlamentarias y se hizo con el control de uno de los poderes públicos. Operó en ese momento el factor arrogancia. Los líderes de la Mesa creyeron que ya habían ganado la guerra. Asumieron su típica actitud de “¡ríndanse que están rodeados!”. Con aires de Macho Camacho salieron a dar ultimátum, a ofrecer plazos para tomar el gobierno. El emblema de ese tiempo de borrachera triunfalista fue el diputado Henry Ramos Allup echando a patadas simbólicas al “Bolívar amulatado” y al comandante Chávez del Palacio Federal Legislativo.

La arrogancia incluyó un fuerte componente de subestimación del adversario en general, y muy particularmente del presidente Nicolás Maduro. Un grave error por el que un maestro tradicional de las enseñanzas de Sun Tzu les hubiese dado, con gusto, unos cuantos palmetazos. El menospreciado enemigo hizo su juego con las piezas que le quedaron tras el 6D (que eran muchas y muy potentes), por lo que pudo colocar a la nueva Asamblea Nacional en una situación de capacidad disminuida de la que no ha logrado salir nunca.

Cuando empezaron a extinguirse los plazos que ellos mismos se impusieron, los líderes de la MUD entraron en pánico y cayeron en varias de las otras conductas enumeradas: se contradijeron, fueron incoherentes y actuaron insinceramente. Las contradicciones no fueron solamente de unos frente a los otros (lo cual hubiese sido hasta normal) sino también entre ellos mismos. Abundaron los dirigentes que decían una cosa y hacían otra. Tampoco faltaron los que dijeron algo en enero y expresaron lo contrario en abril. Ejemplos de esto los hay por toneladas.

La inconsistencia ha sido, probablemente, la condición más erosiva del apoyo de la militancia. La MUD, en el breve lapso de poco más de dos años ha pasado de la vía electoral a la peor de las violencias; de proponer la Constituyente a negarla a tiros; de exigir elecciones a no aceptarlas; de participar a abstenerse; de dialogar a patear la mesa de negociaciones.

Así llegamos, en esta revisión muy rápida, al factor de la falta de autonomía, que es una manera elegante de decir que esta dirigencia opositora está sometida a los dictámenes de poderes extranjeros que, a la hora decisiva, imponen sus estrategias y ordenan qué tipo de música va a tocar la orquesta, ya que la pagan generosamente. Esa falta de autonomía explica, en buena medida, muchas de las contradicciones e inconsistencias, aunque, claro, no todas.

En los últimos meses, la actitud subordinada ante los poderes externos ha mostrado su peor cara con la actitud de destacados dirigentes de la MUD de acudir ante gobiernos y organismos internacionales a solicitar directamente sanciones económicas y hasta la intervención armada contra su propio país. Esta es una conducta que rechazan no solo los chavistas, sino también un amplio segmento de opositores.

Vistos estos comportamientos no es insólito que el árbol de la MUD haya caído sin necesidad de que el gobierno se afanara dándole hachazos. Y tampoco resulta sorprendente que nadie la extrañe. ¿Será eso lo que el comandante llamaba volverse polvo cósmico?  

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