Opinión

La «ayuda humanitaria» choca con la conciencia política e histórica

Como todos los que solemos escudriñar el mundo de la información y la comunicación, por donde se dejan colar con aparente tranquilidad académica la publicidad y la propaganda, bueno es decir, a propósito del interés del gobierno estadounidense de querer invadir a Venezuela a como dé lugar, que acompañando a los presidentes Iván Duque y Sebastián Piñera; así como el secretario general de la OEA, Luis Almagro; y el autoproclamado Juan Guaidó y otros más con sus caras largas por la derrota que se les avecinó, la compra internacional de adeptos para la causa antirevolucionaria y proinvasión se vino al suelo.

Siempre debe ser dicho, porque el encuentro entre la publicidad montada en su onda de dominio destinada a ahogar de helados, sodas o refrescos, mantequillas y salsas parrilleras, siempre chocará -como lo ha hecho- con la conciencia política e histórica y, hasta ahora, no hay maneras de traspasar esa barrera, es decir, no hay modos de torcer un brazo por ese lado.

Esto hay que decirlo con franqueza, porque como dicen los venezolanos, "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista".

Entender a los venezolanos desde el punto de vista de la justicia, de la ética, del respeto, de la historia heredada, del asumir responsabilidades, de la identidad de la patria, de su propia geografía y del amor al hogar, a los hijos, a la patria, es un asunto algo complicado.

¡No lo vemos como la promoción de una cola o un perfume!

Lo anterior quiere significar, que no es posible lanzarle una andanada de mentiras a una ciudadanía y esa misma ciudadanía te la compre sin ton ni son, como si estuviera viendo, sentado en un sofá en su casa, una publicidad sobre la mejor pizza de la ciudad.

Presuntamente, los que quieren el petróleo, el oro, el agua, la flora y la fauna y muchos más recursos naturales de Venezuela, no logran colocar sus mentiras, pese a que inunden la humanidad con ello, porque esa misma humanidad no es tonta, como tampoco lo son los chalecos amarillos de Francia y Bélgica, ni lo son los pueblos de Argentina, Brasil, Colombia, ni los centroamericanos y mucho menos los estadounidenses ni británicos.

Los organismos internacionales, las naciones y sus representantes a nivel de los entes conocidos, tampoco son tontos. En las Naciones Unidas tampoco lo son, basta ver las últimas votaciones que se han efectuado en contra del bloqueo que tiene Estados Unidos contra Cuba.

¡Siempre queda Estados Unidos completamente aislado, en compañía de Israel, conocido como el gran financista de muchas aventuras!

De hecho, ya están pidiéndole a Iván Duque, actual presidente de Colombia, que haga varios conciertos en otras ciudades del hermano país, con el fin de que presten una verdadera "ayuda humanitaria" a sus ciudadanos, que viven en permanente pobreza y totalmente alejados y desasistidos de la atención oficial.

¿De qué le ha valido a la oposición venezolana -actualmente inexistente- mentir sobre la revolución bolivariana de Venezuela, cuando en este planeta ya todos saben que han sido y son instrumentos de la Derecha Corporativa estadounidense, cuyo único fin de vida ha sido explotar a quienes consideran están por debajo de su presunta cualidad social?

Como dije al principio, todo se trata de una especie de choque entre publicidad y/o propaganda y una extensa conciencia política e histórica, sobre la que es realmente imposible traspasar, especialmente cuando se tienen antecedentes con profundas raíces como las ideas de libertad, justicia, educación, bienestar, igualdad y mucha fraternidad, abonadas por hombres de talla universal como lo son Francisco de Miranda, Simón Bolívar y otro venezolano que los interpretó como Hugo Chávez, prácticamente, ellos si son un muro.

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