Indocumentados
“Me fui para Nueva York, en busca de unos centavos, y he regresado a Caracas, como fuete de arrear pavos”, dice un merengue venezolano de los años 1930.
El gobierno de Trump avanza en su plan para deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados. De concretarse esta iniciativa, sería la migración forzada más grande en la historia estadounidense superando con creces a la ocurrida en 1838, conocida como el Sendero de las Lágrimas, que culminó con la confiscación de tierra y expulsión de casi 20 mil cheroquis de sus territorios; o más recientemente, la razzia y persecución contra miles de dirigentes sindicales y militantes comunistas, encabezada por el fiscal general Mit Palmer en los años 1919 y 1920, o los campos de concentración establecidos para apartar de la sociedad a 120 mil japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
La amenaza de deportación también va contra venezolanos, que según el Migration Policy Institute representa 7,6% de los latinoamericanos que buscan residencia en EEUU.
Aunque mucho de ellos, como reza el merengue “dicen allá se vive como un pachá”, con excepción de muy pocos profesionales, la mayoría trabaja en construcción y en restaurantes, haciendo trabajos domésticos o mano de obra no calificada.
Las cifras indican que cada vez más se observan entradas ilegales a las zonas de mayor población venezolana que son Florida (40%) y Texas (12%). Muchos son detenidos por el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) y llevados a prisiones privadas. Desde 2009 una ley firmada por Barack Obama le exige al ICE mantener inmigrantes en las instalaciones privadas para garantizarles un margen de ganancia a los inversionistas. Ha habido 183 muertes en los centros de detención de inmigrantes, en parte por falta de atención médica. Ese es el sueño americano que van a buscar muchos compatriotas engañados por la derecha y la oligarquía.
