Opinión

Incógnita del 1S: ¿el descontento es igual a intención de cambio?

MINUTO EN SERIO

Estamos llegando a las horas de máxima tensión. Si ese era el objetivo -poner al país en vilo-, pues lo lograron. A estas alturas estamos todos, una vez más, paranoicos. Unos dormirán (si es que duermen) pensando en que mañana serán reprimidos brutalmente por el rrrégimen. Otros pasarán la noche en vela esperando un nuevo zarpazo de la ultraderecha imperialista y golpista.

Desde el campo del análisis político, no hay duda de que será una jornada reveladora, pase lo que pase. Se despejará la incógnita de si el descontento generalizado contra la gestión del gobierno (que no necesita mayor demostración) se traduce o no en apoyo a las iniciativas de la oposición. Y se verá, en una primera aproximación, si la masa descontenta está dispuesta a dar una pelea prolongada en las calles, como lo requieren los manuales de los modernos golpes de Estado, derrocamientos light, primaveras árabes y revoluciones de colores.

Ese dato es clave para intuir el rumbo nacional en los próximos meses y, tal vez, años. Y es que el descontento por sí solo, no necesariamente implica determinación para el cambio. Este precepto es dificilísimo de entender para los dirigentes políticos, quienes tienden a creer que cuando la gente se queja del gobierno, ya la oposición tiene el mandado hecho.

MINUTO MÁS O MENOS EN SERIO

Los otros 99. Otro tema que genera diversas polémicas es el del despido de funcionarios de libre nombramiento y remoción (los llamados código 99) por haber firmado solicitando la activación del referendo presidencial.  Por supuesto que la principal controversia es si tienen o no derecho a “pensar diferente” del gobierno del que –para decirlo con una consigna- han estado enchufados. Pero también cobra fuerza la discusión sobre quién los nombró. ¿Esas personas que los contrataron (ministros, viceministros, etc.) son cómplices o son ingenuas y comeflores?

Una tercera línea de polémica apunta a la existencia de un buen grupo de “99” que no firmaron nada, pero que son igualmente opositores. Incluso, son más peligrosos porque han tenido la astucia necesaria para protegerse en esta coyuntura y seguir allí, infiltrados.

Finalmente está el caso de los “99” que no firmaron y que son chavistas probados en el fragor de incontables batallas, pero que han ido envileciéndose en términos personales y profesionales y han terminado tratando al público y a sus supervisados de un modo absolutamente contrarrevolucionario, opuesto a la manera chavista de ver la vida.

En el ámbito de la Comunicación Social hay ejemplos hasta para tirar para el techo. Algunos de esos “99” ultrachavistas son tan déspotas y malas personas que los empleados a su cargo han terminado ponderando los atributos de viejos jefes escuálidos y golpistas. Saque usted la cuenta.

MINUTO LOCO

¡Compren comida” En tiempos muy remotos, cuando se aproximaba un proceso electoral, corrían rumores de asonadas y acciones guerrilleras. Entonces, la gente intercambiaba un consejo: “¡Compren comida que puede haber zaperoco!”. Han pasado décadas de eso, pero ya se ve que la vida sigue igual. Esta quincena, muchas empresas adelantaron el pago del beneficio del Cesta-ticket y les sugirieron a sus empleados que hicieran sus rondas por las colas (o por las fauces de los bachaqueros) antes de la Toma de Caracas. En pocas palabras, les aconsejaron, como en los viejos tiempos, ¡compren comida!

Erdogan sí; como Erdogan, no. La derecha mundial y local no condenó al presidente de Turquía, Recip Erdogan, cuando aplicó la Doctrina Morales Bello (“Mueran los golpistas”) y no dejó títere con cabeza luego de un fallido golpe de Estado. Pero ambas derechas -que son una sola- sí que han puesto el grito en el cielo cuando el presidente Maduro dijo que estaba pensando hacer lo mismo. Eso demuestra cuán flexibles son los principios de la derecha en materia de derechos humanos: nuestros aliados pueden cometer cualquier atropello, pero si a algún adversario se le ocurre imitarlo, se las verá con la justicia penal internacional.

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