Crónica

Hace 22 años nos quedamos sin Héctor Lavoe (+Crónica +Fotos)

Un sujeto realmente difícil cuya fama lo rebasó, llevándolo a la autodestrucción por el consumo de estupefaciente.

Ángel Méndez

Sólo cuando el tiempo nos horada la piel comenzamos a tener conciencia del significado de la muerte. Uno llega a no temerle, a pesar de la incertidumbre; la convertimos en lo que es: un fenómeno natural y por demás necesario. Cuando la esquelética toca a alguno de nuestros allegados, entendemos que ese fino hilo del cual pendemos se rompió y nos golpea duro, son golpes fuertes, de esos inconcebibles, similares a los descritos por Vallejo, pero continuamos recordándole, escuchando su risa, reviviendo sus travesuras, sus anhelos, penas y desdichas. Eso nos pasa cuando se presenta la imagen de “El cantante de los cantantes”, “El flaco de oro”, Héctor Lavoe.

Este lunes, 29 junio, se cumplió el vigésimo segundo aniversario de la partida definitiva de Héctor Juan Pérez Martínez, conocido en el mundo de la salsa como Héctor Lavoe. “El rey de la puntualidad” no quería morir, pero sabía que sus días estaban contados. El sida, contraído a punta de coca y heroína, hacía estragos en su piel, en su dentadura, en su aliento y en su voz. Concedió una o dos entrevistas al final de su vida, caricaturas de las afamadas presentaciones a las que estaba acostumbrado. Le conocimos de cerca, por ello le recordamos con especial deferencia, al igual que lo hacemos con Ismael Rivera y con Rafael Cortijo, los maestros de la bomba y la plena.

El ambiente

Fuimos testigos de excepción del auge y caída del “boom” de la salsa, como la llamaran algunos cronistas pagados por el sello Fania, una disquera transnacional, cuyos propietarios fueron Jerry Masuchi y Johnny Pacheco, el uno abogado y ex-policía convertido de la noche a la mañana en el “Padrino” de la Salsa, y el segundo un talentoso flautista dominicano, de nombre Juan Azarías Pacheco Kiniping, conocido en el ambiente como Johnny Pacheco, egresado de la Julliard School of Music, graduado de percusionista. Un tercer elemento que “empuja” el carro del sabor caribeño fue Ralph Mercado, empresario de mucho peso y ojo clínico para los negocios. Este trío, en un momento dado, puso sus ojos en Héctor Lavoe cuando éste era sólo un sonero de esquina. Lo llevaron al estrellato al combinarlo con el trombonista Willie Colón, conformándose uno de los binomios más exitosos en el mundo de la salsa.

Siempre hemos dicho que la vida trató muy bien a Héctor Lavoe; él lo reconoce en sus entrevistas de final de vida. “Tuve una vida bien linda”, balbucea y se ríe en los videos que tuvimos la oportunidad de observar. A uno le cuesta pensar, al ver esas grabaciones, que en realidad se trata del cantante de más fama en los años 70 y 80, cuando en el entorno pululaba la crema y nata del sentir caribeño, pertenecientes o no al sello Fania. Muchos de ellos brillaron y aún se mantienen vigentes, como Tito Allen, quien hace poco nos confesaba que una de las decisiones más importantes de su vida fue haberse alejado de Fania cuando rompió con Ray Barreto, al igual que el boricua Andy Montañez y Oscar D’León, quienes fueron perseguidos por Fania para anexarlos a su nómina. No lo hicieron y siguen dándole rosca a la garganta.

Dos anécdotas

La primera de ellas tiene que ver con Héctor y Pablo Escobar, el mafioso colombiano. Nos relató Eddie Montalvo, el conguero del ponceño, que fueron contratados por Larry Landa para tocar en la casa de Pablo Escobar. El contrato fue por dos sets y se culminó el trabajo como a las dos de la mañana. Escobar, pasado de tragos, prolongó la fiesta hasta las 6:00 de la mañana y al negarse los cantantes y la orquesta (también estaba Ismael Rivera, el “Sonero Mayor”, quien armó tremendo), fueron encerrados a punta de pistola en un cuarto, quitándoles sus pasaportes y los zapatos para que no pudiesen escaparse, pero Héctor se escabulló por una ventana y pidió auxilio a un taxista, a quien tuvo que cantarle “El cantante” para que pudiese creer su versión en torno al secuestro y constatara que en realidad él era Héctor Lavoe, quien había logrado salir de su encierro. Al siguiente día, Escobar canceló sus honorarios y envió los pasaportes y disculpas a Lavoe por lo ocurrido; también a los miembros de la Orquesta.

La segunda anécdota tiene que ver con nosotros. Le hicimos una entrevista a Lavoe cuando estaba “pegado” con “El Cantante”, una composición de Rubén Blades. En esa entrevista, el de Ponce dijo no tenerle respeto como cantante a Rubén, y que Dios le había dado lo suyo a cada quien… Publicamos la entrevista en nuestra revista y como ésta circulaba en Nueva York, cuando llegamos a la Big Apple para asistir y cubrir un Festival de Salsa, nos recibe Ralph Mercado con aquello de que “estás caliente en Nueva York”, lo que equivale a que estás guindando y no formas parte de un arbolito. No notamos la gravedad del asunto hasta que Héctor nos “pesco” al lado de la tarima y comenzó a insultarnos en medio del soneo, luego un miembro de su orquesta nos dijo que mejor nos fuésemos al Hotel porque las cosas no estaban muy buenas. La verdad es que sólo vimos la mitad del Festival, porque nos cambiamos tres veces de hotel y al final tuvimos que salir volando para Puerto Rico, ya que, en verdad, estábamos “calientes” en la ciudad de Nueva York.

Todo tiene su final

Al igual que la canción que le hizo famoso, la vida le cobró los excesos cuando apenas contaba 47 años de edad. Todo se le fue por el desaguadero, incluyendo la propia vida. Nos comentaba Montalvo, que no dejó de visitarlo hasta el final, porque sabía que de un momento a otro, “el único hombre que respiraba debajo del agua”, se iría con sus pregones a cantar al más allá. El 29 de junio de 1993, Héctor Lavoe, “El cantante de los cantantes” dejaba de existir en un hospital de Manhattan, Nueva York, la ciudad que lo catapultó a la fama mundial y lo vio descender a los infiernos… nosotros seguimos escuchándole, esperándole, aunque nunca fue muy puntual.

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