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FilMar homenajea el documentalismo comprometido de Liliane Blaser

En este marco tan especial, el equipo de La Cultura Nuestra le hizo una breve entrevista a Blaser, quien compartió su experiencia en el mundo del documentalismo y la formación desde el Instituto de Formación Cinematográfica (COTRAIN)

Liliane Blaser es una de las luchadoras incansables con las que cuenta Venezuela. Formada al calor de la militancia por las causas justas, y comprometida con la transformación del mundo, ha hecho una amplia carrera en el mundo de la cinematografía documental, tanto a nivel de creación como de formación.

El Festival Latinoamericano y Caribeño de Cine Margarita (FilMar) 2015, que inició el pasado 15 de octubre ha tenido como protagonista a Blaser, quien en esta octava edición es homenajeada por este Festival, vitrina del cine que insurge, el cine que muestra la realidad de los pueblos de la región, hermanando causas y luchas.

La obra de Blaser, -compuesta por piezas como “Venezuela, febrero 27: de la concertación al desconcierto”, “1992: el Des-cubrimiento” y “El último Panfleto”-, ya ha sido proyectada en varios espacios, como el sector Boca de Río en el municipio Macanao, o en la salas correspondientes al Festival, y en ambas ocasiones la documentalista ha participado, intercambiando opiniones y semblanzas con lxs asistentes. Además ha estado en conversatorios, talleres y diversas actividades, dando prueba en cada oportunidad de ser una pieza fundamental de la cinematografía venezolana.

En este marco tan especial, el equipo de La Cultura Nuestra le hizo una breve entrevista a Blaser, quien compartió su experiencia en el mundo del documentalismo y la formación desde el Instituto de Formación Cinematográfica (COTRAIN).

Liliane es sumamente cercana y dada a la conversación y en pocos minutos brindó un panorama sobre el documental, el horizonte político tras su realización y el objetivo de este trabajo, que es ambicioso, pero realizable: cambiar al mundo desde el reporte sincero de lo que ocurre en la realidad.

“Hacer documentales a veces es una labor muy íntima, a lo mejor uno mismo con el sujeto con el que trabaja, y en otro momento se puede hacer en grupo, una cosa no es mejor que la otra, todo depende de lo que estás haciendo, qué quieres hacer y cómo te parece que va a salir mejor”, dice con claridad.

“Siempre hemos hecho documentales pero antes a la gente no le interesaba eso, con la llegada del Proceso [la Revolución Bolivariana] la gente se empieza a interesar por el documental, y hemos logrado realizar un curso integral de documental que es lo que estamos dando ahorita en COTRAIN”, afirma.

“En ese curso tratamos de enseñar no solamente estética sino ética, no solo para producir algo muy cuadradito, sino para saber para qué lo estamos haciendo: requerimos mucha reflexión y mucha acción, porque nos parece importante no solo hacer las cosas sino saber por qué y para qué se hacen, por supuesto que nuestro cine es de concientización, de memoria histórica, de todo eso, pero cada estudiante sacará de eso lo que él quiera sacar”, explica con convicción.

Pero no se queda allí. Para Liliane, para bien o para mal, hay una influencia real de lo que se produce desde la industria cinematografica en la sociedad: “Hay muchos ejemplos de películas que han marcado históricamente porque han reflejado algo de manera muy clara en un momento preciso, con lo cual han producido cambios en la sociedad.

Son momentos gloriosos, son momentos difíciles, pero uno siempre tiene, cuando hace un documental, ganas de que eso sirva para que haya gente que se concientice, y que a través de esa conciencia haga cosas que modifiquen el entorno, que modifiquen las estructuras, que modifiquen lo que ocurre”, asegura.

Sin embargo, su fe en la creación documental no es ciega, ni mucho menos banal. No se trata de una consideración utópica sino de un compromiso político con la transformación de la realidad: “No siempre lo logramos, pero lo importante es el esfuerzo de tratar de reflejar una realidad en toda su complejidad y de propulsar que esa realidad vaya hacia donde el documentalista cree que debe ir, lo cual no quiere decir que esa sea la visión correcta, pero sí que de todo lo que uno puede decir uno dice lo que piensa, es decir, uno toma una materia prima de la sociedad y con eso puedes decir cualquier cosa, entonces uno termina haciendo más una opinión, que un retrato de la realidad”, opina.

“Lo que nosotros mostramos no es la realidad, lo que nosotros mostramos es nuestra opinión sobre la realidad, son nuestros análisis sobre la realidad, pero eso es importante, y por eso es importante formar gente para que haya muchos enfoques de esa realidad, y que expectadoras y expectadores puedan de allí sacarse una idea de lo que está pasando y tomar su propia opción”, enfatiza.

El documental como responsabilidad política

“Para mí el documentalismo es el cine, por esencia, político, eso no quiere decir que la ficción no lo pueda ser. Pero más el documental, por su cercanía con la realidad y su responsabilidad con respecto a eso que está filmando, porque no está inventando un cuento, sino que está trabajando con un ser humano que existe y ante el cual después de entrevistarlo dentro de la realidad fílmica tienes una responsabilidad”, afirma.

Y es que la responsabilidad de los realizadores muchas veces se pierde en la marisma de la gran industria que el capital ha erigido para producir y reproducir obras que sustenten la hegemonía desde el plano de la imagen, eliminando el nexo del realizador con su obra.

“Creo que esta es una responsabilidad mayor pero por supuesto que todo es una postura política; cuando dices que no tienes una postura política eso es una postura política, porque está dentro de la ideología dominante”, define con claridad.

Y cierra, marcando su posición dentro del mercado cinematográfico, bosquejando cuál es el objeto de su obra y su pedagogía: la transformación del mundo.

“Hay un cine que envenena, un cine que llama a la guerra, un cine que aliena, uno tiene que intentar hacer otro tipo de cine, otro tipo de discurso, no solo fílmico, porque también está la escritura, las paredes. Es expresar algo para transformar las cosas. Yo creo que el cine es un instrumento de transformación”.

Texto: Javier P.

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