Opinión

Evaluando la educación

¿Es bueno que nuestras escuelas trabajen sin que constatemos lo que están haciendo bien y lo que deben mejorar? ¿Cómo logramos revisar a fondo la gestión del ministerio?

¿Es bueno que nuestras escuelas trabajen sin que constatemos lo que están haciendo bien y lo que deben mejorar? ¿Cómo logramos revisar a fondo la gestión del ministerio? ¿De qué manera es posible averiguar cómo están viviendo su educación (o su falta de ella) los niños y adolescentes de nuestro país? ¿Están aprendiendo los que asisten a las aulas? ¿Es la escuela una experiencia satisfactoria para ellos? ¿Y por qué no están allí los que se encuentran fuera? Son preguntas que nos conciernen y para las que debemos generar respuestas. A raíz de la Consulta por la Calidad Educativa, esas preguntas han cobrado más fuerza. Es así como el Ministerio de Educación ha comisionado investigaciones sobre la determinación de la calidad de la educación. Y la semana pasada realizó un taller invitando a expertos de México, Brasil, Uruguay, Ecuador, Cuba y Chile, junto con representantes de la Unesco y  Unicef.

Desde los años ochenta hemos tenido iniciativas oficiales en el área, y ahora está en la agenda replantearse una acción integral y sistemática. En ese esfuerzo, conviene no olvidar que la mente humana es compleja y todavía nos falta mucho por saber del aprendizaje. No es que se va a medir con precisión lo que sabe cada estudiante venezolano, como parece que pretenden algunos. De lo que se trata es de ponderar, hasta donde sea posible, diversas facetas de nuestra educación: del contexto, los insumos, los procesos y los resultados; a fin de impulsar esfuerzos de cambio positivo

Todavía prevalece en el mundo la idea de que, para determinar los “resultados cognitivos” (en matemáticas, en castellano…), la única vía es pasar una prueba. Talento humano y recursos se pierden en producir y administrar exámenes, con preguntas de marcar y algunas otras abiertas. Se aplican luego estadísticas cada vez más sofisticadas sobre los datos que arroja ese primitivo instrumento: un castillo de cálculos sobre una base de arena. Y es que la prueba es parte del “combo” de la educación tradicional: fragmentada, descontextualizada, artificiosa y con escaso sentido para el aprendiz. Es hora de explorar otras opciones, como el análisis de los productos del trabajo diario en el aula. ¿Suena borroso y difícil de comparar? ¡Lo es! Pero también es más auténtico. 

Aurora Lacueva

Educadora

/N.A

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