Opinión

Elecciones USA: ¿Ganamos o perdimos?

Lo demás es terreno de la Mediática, el brazo industrial-ideológico de las corporaciones mundiales

Dos demonios y una comparsa. Por lo menos esa fue la impresión que dejaron los medios de comunicación con relación a los candidatos que se movieron por todo el territorio estadounidense. Es más, la mayoría de las personas desconocían que había más postulados, y que los partidos republicano y demócrata no son los únicos que existen en el país del norte.

Lo demás es terreno de la Mediática, el brazo industrial-ideológico de las corporaciones mundiales.

La batalla final se planteó en blanco y negro… muy maniquea la cosa: o estás conmigo o estás contra mí. Pero no es cierto, en esta oportunidad Donald Trump, empresario multimillonario (4.500 millones de dólares es alguito), blanco, sectario, nos recordó a Luis Herrera Campins, porque se enfrentó incluso con su propio partido, y logró cosechar enemigos irreconciliables entre sus copartidarios republicanos en el Congreso. Ahí está una primera marca, va a tener que mandar solo, porque los demócratas tampoco lo quieren.

Y la pregunta ¿si nadie lo quiere, por qué ganó? Porque este empresario le habló a millones que estaban desempleados o subempleados, le planteó un reto a quienes vieron cerrar las enormes fábricas que orgullecieron a JP Morgan, a Ford y a Rokefeller, y que llevaron a Estados Unidos a convertirse en una de las potencias del mundo. Armó un discurso para decirle a quienes decidieron arriesgarlo todo por abrazar el “sueño americano”, que ya no se puede seguir aceptando inmigrantes que les van a despojar de los mendrugos del sistema, y que es hora de cerrar las fronteras, y volver a la gloria de tiempos pasados, poniendo a producir cada pedacito de tierra.

Y quien puede dudar de un hombre que ha amasado una gran fortuna. Nadie. Él es la mejor representación del producto más vendido con la etiqueta USA: la posibilidad individual de ser exitoso, millonario, poderoso. Sólo se necesita tener las agallas, poseer la capacidad para darle la espalda al que se atraviese en el sendero de la fama, y tener la suficiente elasticidad moral para pisar cabezas y utilizar cualquier treta, por fea que sea, para “ser alguien”.

Lo dicen las películas, las series, los reality shows, las cuñas, lo recita musitando al oído de cada persona, la Mediática.

¿Fallaron las encuestas? Noooo. Simplemente esa es otra herramienta del sistema para engatusar a la gente. Son fábricas de espejitos y cuentas de colores. Hablan de mediciones, de ciencia, de técnica, pero en realidad se compran y venden a quien las pueda pagar.

Se suponía que la propaganda electoral, las tretas sucias (que hubo para tirar pa’rriba como papelillo) y el malabarismo de los periódicos, las revistas, los circuitos radiofónicos, las cadenas televisivas, el aparataje cinematográfico y el mundo de las redes sociales, eran suficiente para canalizar el voto. Pero eso era la apariencia, esa era la fantasía de Mátrix.

La realidad estaba sembrada a profundidad por la misma maquinaria: Trump simplemente personificó el modelo perfecto de los escaladores de pirámide, de los desclasados aspiracionales, los que sueñan con jugar golf, tener una linda casita con jardín y estacionamiento techado, además de un patio para las parrillas.

No importa la raza, el color, la procedencia, ni siquiera la capacidad adquisitiva, están hermanados por la misma visión de futuro, por el deseo de ser princesa Disney o caballero de flux y corbata en la Quinta avenida.

La Mediática no perdió. El espejismo se cumplió a la perfección. No hubo traidores. El vaticinio de Malcolm X se cumplió a la perfección: “los medios hacen amar al opresor, y odiar al oprimido”, vale decir nos hace odiarnos a nosotros mismos, a lo que somos, y nos hace desear ser los otros, los de arriba.

Esa fue la estrategia. Que nadie se sorprenda: los pobres, los inmigrantes, los negros, los latinos y hasta los perseguidos musulmanes, votaron por Trump. Todos los que no se hayan siendo lo que son, los que desean ser otros, legítimamente otros, apostaron por el hombre de la derecha más tradicional, más decimonónica. Apostaron por Trump para reconstruir el sueño americano, sin Torres Gemelas explotadas, sin batallas ajenas fuera de sus fronteras, sin guerra de las galaxias. Compraron el mismo discurso del Obama de hace una década atrás, el que no pudo cumplir así recibiera el Nobel de la Paz, y masacrara más gente que sus antecesores, creara más cárceles fuera de su territorio9 y violentara a más naciones.

Trump les permitió soñar con el cuento de hadas que narran a diario los medios.

Ahora vamos a ver si las fuerzas estructuradas como grupos de presión le permiten r4etomar la visión de los padres fundadores estadounidenses, y logra llevar a esa nación a la grandeza de otrora.

¿Y nosotros… qué? Pues nada. Nosotros no ganamos nada, simplemente seguimos perdiendo, porque las riquezas están aquí en el subsuelo, porque lo que ellos necesitan para avanzar lo tenemos nosotros. Seguimos en el mismo punto, seguimos siendo vistos como el enemigo al cual doblegar. No importa quien haya ganado, cualquiera que triunfara allá va a seguir el plan de robarnos miserablemente.

Lo que sí es importante es aprender a no ver sólo el bosque, hay que mirar detenidamente cada árbol, entender sus necesidades, sus intereses, sus motivaciones, para empezar a hablarles con mayor tino construyendo empatía, conciencia y hermandad profunda, plena de amor y solidaridad entre iguales, tomando en cuenta que son siglos de trabajo por parte de los explotadores, de los amos del Poder, sembrando una manera de entender y actuar en el mundo (egoísmo, individualismo, aprovechamiento, amoralidad). Sólo desde allí podremos, por fin, empezar a fabricar desde los más profundo de nuestro ser una sociedad de justicia y derecho, de igualdad, corresponsabilidad con un modelo socioeconómico ajeno al lucro y favorecedor de una distribución equitativa de bienes y servicios.

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