El FMI y su neoliberalismo “sobrevendido”
El mismísimo Fondo Monetario Internacional acaba de publicar un artículo firmado por tres de sus economistas-investigadores (Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri) y que ha salido en español con el insólito título de “El Neoliberalismo ¿Un Espejismo?” (el título original en inglés es “Neoliberalism: Oversold”, más bien como sobrevendido).
Su contenido es alto extraño y atípico para el FMI. No parece obra de sus dogmáticos e intransigentes yuppies. Más bien se asemeja al resultado de un grupo de investigadores progresistas midiendo las nefastas consecuencias de los paquetes neoliberales por todo el mundo. Es como si un hacker hubiese colado el texto entre las publicaciones del odiado organismo financiero.
El artículo reconoce que la agenda neoliberal obligó a muchos países a implantar desatinadas políticas macroeconómicas que dieron vía libre a la “promoción de la competencia, a través de la desregulación y la apertura de los mercados internos, incluidos los financieros, a la competencia externa. El segundo es la reducción del papel del Estado, a través de la privatización y de límites a los déficits fiscales y la deuda que pueden asumir los gobiernos”. Esta receta se aplicó sin cortapisas por todo el mundo, destruyendo en la apertura, a los mercados internos (principalmente a los sectores agrícolas e industriales), minimizando el papel del Estado y regalando a los capitales privados transnacionales las empresas públicas estratégicas (electricidad, agua, telecomunicaciones, banca, minería, etc.).
Sin desperdicio, esta gente analizó, como un maloso mea culpa, las consecuencias directas de las políticas de austeridad aplicadas para reducir el gasto público y la intervención del Estado, encontrándose con que, a pesar de la apertura financiera y los ingentes flujos de capitales, “Los costos en términos del aumento de la desigualdad son importantes. Esos costos reflejan la disyuntiva entre los efectos de crecimiento y los efectos de equidad que caracterizan algunos aspectos de la agenda neoliberal”; y resaltan que “el aumento de la desigualdad, a su vez, afecta negativamente el nivel y la sostenibilidad del crecimiento”. Esta desigualdad no es otra cosa que la exclusión, pobreza y miseria para las grandes mayorías, los más humildes, las víctimas directas de la agenda neoliberal. Esto no fue así para los más ricos, que se beneficiaron por entero de los grandes flujos de capital. Las políticas de austeridad se tradujeron en hambre para los pueblos y vía libre para los banqueros.
En cuanto a la pregonada reducción del papel del Estado, los investigadores del FMI también encontraron que mientras más se liberaban las economías y crecían las deudas, también crecían con enorme rapidez las desigualdades sociales (Coeficiente de GINI). En este sentido, afirman que “Las políticas de austeridad no solo acarrean sustanciales costos para el bienestar a través de los canales del lado de la oferta, sino que también perjudican la demanda, agravando el empleo y el desempleo”. Se resalta también el alto impacto por los limitados accesos a la educación, minimizando la supuesta igualdad de oportunidades y creando amplios cinturones de miseria.
Con espeluznante rigor, los economistas del FMI retratan la experiencia chilena en su “transición hacia el neoliberalismo”. Señalada por el FMI como pionera en impulsar y aplicar las recetas neoliberales y como “un ejemplo de la combinación exitosa de los mercados con la debida regulación” (Stiglitz). Claro, olvidan mencionar que esas recetas fueron aplicadas personalísimamente por el monstruo Pinochet, que acabó a punta de sangre, fuego, desapariciones y exilios cualquier oposición o descontento al paquete neoliberal. Los pobres fueron excluidos y confinados a los cientos de precarios “campamentos”, donde la miseria golpea sin consideración a niños (“un millón de niños viven en la pobreza”), mujeres, indígenas y toda la población rural. En contraste, las grandes oligarquías y las propias cuentas secretas del nada impoluto general Pinochet (casos del Riggs Bank de Estados Unidos y el Banco Atlántico de España) se llenaron de los dólares mal habidos durante la rapiña neoliberal (“un 1% de la población trabajadora, los "súper ricos", concentran el 30% de los ingresos, mientras que el 14,4% de los chilenos vive en situación de pobreza y un 4,5 % bajo la línea de la extrema pobreza”). Estos supuestos logros del FMI, lo que causan es vergüenza e indignación.
Queda claro el papel injerencista e intervencionista que ha tenido el FMI en decenas de países. País que no se plegara a las recetas del FMI y su agenda neoliberal, país que quedaba excluido del maná de los flujos de capital que volátilmente ingresaban a los países (capitales golondrinas), pero que en la mayoría de los casos se fugaban en los bolsillos de las élites dominantes, los banqueros y los rateros de cuello blanco. Eso sí, dejando imperecederamente y por décadas, millardos de dólares en monstruosas deudas en las cuentas de los países asesorados. Con sus arcas en blanco y sin acceso a nuevos créditos, los países disminuyeron la inversión en infraestructura y en el área social, generando mayor sufrimiento y precariedad para sus pueblos.
Más que sobrevendido, el debate apunta a cómo el neoliberalismo es el principal causante de la exclusión, miserias y desigualdades de los pueblos del mundo. Por donde pasan solo han dejado catástrofes y un largo rastro de miseria. Los investigadores del FMI están reflexionando a contra natura (con remordimiento quizás). Están disertando sobre algo que jamás van a entender, porque como decía el poeta Facundo Cabral, “el que ama el dinero lo más que lejos que puede llegar en la vida es a un banco”; y los teóricos neoliberales del FMI jamás van a poder comprender que los efectos colaterales de sus medidas de choque, no son números, sino humanos. Millones de seres humanos excluidos que sobreviven sin esperanzas. Son pueblos con memoria que saben muy bien que les han hipotecado su futuro.
Mientras que en el FMI se psicoanalizan y hacen meas culpas en su proceso de “evolución” institucional, las víctimas del neoliberalismo sabemos muy bien que el gran monstruo nunca cambiará. Los villanos nunca encontrarán el camino de la redención.