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El Barcelona despide a Ernesto Valverde y ficha a Quique Setién

Ernesto Valverde siempre asumió que formaba parte de una industria en la que él se veía como un elemento extraño. No era más que una pieza más de la cadena de montaje. Prescindible y desechable. Y así se lo hizo recordar el Barcelona tras ejecutar este lunes un despido en diferido del entrenador, alejado de los valores que se le presuponen a la entidad. Quique Setién fue designado como sustituto hasta el 30 de junio de 2022. Porque el fútbol nunca se detiene.

Josep Maria Bartomeu ha hecho con Valverde lo mismo que hizo 17 años atrás Joan Gaspart con Louis van Gaal. La evolución, en realidad, era involución. Más allá de que el cese del holandés había sido hasta la fecha el último en el banquillo azulgrana, invita a un paralelismo extremo. No en cuanto a la labor del entrenador, porque Van Gaal perdió el puesto dejando a su equipo a tres puntos del descenso y a 20 del primer puesto, y Valverde ha tenido que recoger sus bártulos con su equipo líder de la Liga.

El último entrenador en salir por la puerta de servicio ocupando la primera plaza liguera fue Radomir Antic, con el Real Madrid en 1992 y Ramón Mendoza como presidente. La semejanza de las situaciones, en realidad, reside en la labor presidencial. En la incapacidad del gerifalte de turno para evitar que una destitución laboral, algo relativamente cotidiano en esta industria del show business, se convierta en un vodevil. Aunque sin gracia alguna.

Atopellada busqueda

Setién, cántabro de 61 años y convencido apóstol del cruyffismo pese a que maldice no haber sido nunca entrenado por el holandés -"me hubiera dejado cortar el dedo meñique", acostumbra a decir-, ocupará el lugar de un Valverde al que siempre se le recriminó su propuesta pragmática. La maniobra debería sostener a ese entorno que reclamaba un regreso a los orígenes estéticos del juego.

Está previsto que, una vez acabada la opereta, Bartomeu dé la cara en el púlpito mediático junto al secretario técnico, Eric Abidal, y ambos puedan así explicar, no solo las razones del despido, sino también la atropellada búsqueda de un relevo. No convendría olvidar que Setién llega después de que el Barcelona se encontrara con las negativas de Xavi Hernández y Ronald Koeman; de que algunos directivos reclamaran el puesto para el técnico del filial, Francisco Javier García Pimienta; y de que los dirigentes se convencieran de que la opción de Mauricio Pochettino, que mantiene una buena relación con Bartomeu y es íntimo de Ramon Planes, adjunto a la secretaría técnica- hubiera levantado en armas a la hinchada azulgrana.

El Barcelona no se deshizo de Valverde al final de su primera temporada como entrenador tras ser eliminado de mala manera por la Roma en la Champions. Bartomeu barruntó rescindirle el contrato, pero golear al Sevilla en la final de Copa calmó los ánimos. Tampoco lo hizo a la conclusión de la segunda, cuando el equipo volvió a despeñarse en Europa, esta vez en Anfield, y esta vez no supo levantarse en la final de Copa frente al Valencia. El cese, en cambio, llega en el momento más insospechado. Después de perder una semifinal en un torneo de peso discutible, la Supercopa de España disputada en Arabia Saudí. Después de que el equipo, más allá del atropello del Atlético en el crepúsculo, completara una de sus mejores actuaciones del curso. Y sin que a Valverde le eximieran sus cuatro trofeos, dos Ligas conquistadas, una Copa del Rey y la Supercopa de 2018.

La bruma y el abismo

Valverde, que tenía contrato hasta el próximo mes de junio, pero con una cláusula que le permitía continuar un año más siempre y cuando estuvieran de acuerdo las partes, había venido atendiendo a los movimientos de sus capataces con especial incredulidad y desagrado. Nadie le informó de que el viaje a Qatar que emprendieron Abidal y el CEO del club, Òscar Grau, tenía como principal objetivo seducir a Xavi Hernández para que tomara su puesto. El Barcelona había tratado de poner un biombo frente a la realidad publicando una foto de sus emisarios junto a Ousmane Dembélé, que se recupera de su lesión en Doha.

Después de dos días de negociaciones con Xavi, el ex centrocampista rechazó la propuesta para incorporarse de manera inmediata al cargo. Comprometido con el gobierno qatarí a través de su trabajo como técnico del Al Sadd, pero también con uno de los principales opositores electorales de la actual junta, el empresario Víctor Font, el cargo venía de lo más envenenado. Con la temporada iniciada y navegando el club bajo la bruma que anticipa el abismo.

Koeman, por mucho que uno de sus grandes sueños incumplidos sea no haber entrenado todavía al Barcelona, también rechazó la propuesta. No iba a ser él quien plantara a la selección holandesa a cinco meses de iniciarse la Eurocopa. El casting de aspirantes evidenció que ni la secretaría técnica (Abidal y Planes), ni Bartomeu, presidente bicéfalo al ostentar también las responsabilidades de la vicepresidencia deportiva, tenían claro rumbo alguno.

Metáfora en el parabrisas

De Pochettino, que nunca debió verse en la tesitura de dar la espalda a su granja en Murphy para sentarse en el banquillo del Camp Nou, las prioridades pasaban a un cruyffista extremo como Setién. Y siempre con la posibilidad abierta de ascender desde el filial a un hombre de la casa como García Pimienta.

Valverde puso frente al espejo a toda la institución. Los dirigentes permitieron al técnico dirigir el entrenamiento de este lunes como si nada. A la conclusión, quien llegó a la Ciutat Esportiva Joan Gamper fue Bartomeu, que por fin decidió reunirse con él antes de que la junta aprobara la sentencia. El entrenador tomó el coche y el parabrisas ofreció una imagen metafórica. El escudo del Barça, del revés. Valverde sonrió.

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