Opinión

De las redes a las calles

Y cuando leo estas cosas, pienso en mi familia, mis vecinos, mis amigos opositores, y no los imagino celebrando semejante podredumbre. Apago las redes y salgo a la calle

El odio, generalmente, es un sentimiento disimulado, tantas veces cubierto de hipocresía. En la calle, pocos son capaces de expresar su odio abiertamente en la cara del sujeto odiado, pero llegaron las redes sociales y el odio encontró un reducto donde desatarse.

En las últimas semanas, en la medida en que la dirigencia antichavista busca generar en las calles la ingobernabilidad que quiere Freddy Guevara, las redes son tomadas por ejércitos de odiadores, muchos de laboratorio, bots que imponen tendencias macabras y que llevan a personas comunes y corrientes a vomitar ideas retorcidas, deseos perversos, que quizá ni siquiera sabían que podían guardar dentro.

Así ve uno a un papá que adorna su cuenta de Twitter con la foto de sus hijas, y una pequeña biografía donde se declara “cristiano y demócrata antes que nada”, describiendo gráficamente un ataque sexual a una chavista. O una doctora pidiéndole a sus colegas que dejen morir a los pacientes chavistas, o que los maten con una inyección de no sé qué cosa. O una psicóloga proponiendo comprar a un paciente terminal a cambio del bienestar de su familia, para que se explote con un chaleco bomba en medio de una concentración chavista.

Y cuando leo estas cosas, pienso en mi familia, mis vecinos, mis amigos opositores, y no los imagino celebrando semejante podredumbre. Apago las redes y salgo a la calle.

La calle es otra cosa, allí no se respira el odio de las redes. Las personas, no importa su tendencia política, insisten en seguir con su cotidianidad a pesar de las trancas, a pesar de los llamados al caos. Esta vez, por ejemplo, mis vecinos no han salido a cacerolearme, como lo hicieron en 2014, cuando Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado llamaron a La Salida. En la calle hay un consenso de paz.

En la calle, la mayoría de los opositores no quiere cazar chavistas como proclaman las redes, no quiere el reguero de sangre que invoca Nitu Pérez Osuna, pero muy pocos tienen el valor de desmarcarse de la locura por temor a que ese odio se vuelva contra ellos. Callan y se dejan arrastrar al desastre con la pueril esperanza de que el infierno que conjuran con su silencio no los alcanzará a ellos.
Mientras tanto, a pesar de ese peligroso silencio, en la calle sigue ganando la paz. Y esto es un triunfo de todos.
@Tongorocho

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