Cuando Coca-Cola gastó $ 100 millones para llenar latas con olor a flatulencia
La historia de las grandes compañías siempre viene acompañada de pequeños errores, algunos de bulto. Ahí está la vez que Pepsi haría millonario a quien encontrara el 349 y el número estaba en 800 mil botellas. O la vez que Coca Cola se gastó 100 millones de dólares para acabar con sus latas… oliendo a pedo.
La historia tuvo lugar a principios de 1990, momento en el que Coca-Cola decide lanzar la campaña MagiCan en Estados Unidos, que a su vez debía ser la punta de lanza de una promoción de verano. ¿En qué consistía? En esconder premios en efectivo que oscilaban entre 5 y 500 dólares (además de alguna golosina) dentro de 750 mil de los cientos de millones de latas que distribuyeron ese verano. Veamos el anuncio televisivo: al final de la nota.
Como parte de la campaña, Coca-Cola creó (y patentó) un sistema único que, tan pronto como se abría la lata, expulsaba el premio por medio de un mecanismo de resorte. Con el fin de asegurarse que nadie terminara con el premio mojado, la parte de la lata que contenía el mecanismo se selló y el depósito que quedó se rellenó con agua clorada para hacer que el peso de la lata fuera aproximadamente el mismo que una lata normal de Coca-Cola.
Por último y no menos importante, como medida de precaución final en caso de fugas, Coca-Cola añadió sulfato de amonio (más o menos viene a ser el olor de un huevo podrido, una bomba fétida o un pedo) al agua en el depósito, de manera que si se escapaba, los clientes olían literalmente a mierda, y no lo beberían.
Sin embargo, los problemas comenzaron a llegar poco después. Antes de iniciar la campaña, Coca-Cola decidió anunciarlo enviando muestras de MagiCans a los periodistas. Recordamos que las latas podían llevar hasta 500 dólares, así que no pasó mucho tiempo hasta que algunos medios comenzaran a cuestionar la ética de los envíos.
La compañía siguió adelante y MagicCans comenzó a entrar en circulación unas semanas más tarde. Casi inmediatamente después, Coca-Cola empezó a recibir quejas de clientes sobre MagiCans defectuosos que resultaban en premios empapados que “olían asqueroso”. Pero lo peor estaba por llegar. Algunos clientes comenzaron a reportar MagiCans cuyo líquido se filtraba con la cola, dando como resultado una “degustación” un tanto “diferente”. Al parecer, el problema fue que la compañía no había podido probar adecuadamente el mecanismo y, como resultado, se estimó que el 1% de las más de cien mil latas distribuidas en ese momento no funcionaban correctamente. Finalmente llegó el caso que tiró por tierra la campaña. Varios medios reportaron que un joven llamado Zachary Gendron había acabado en un hospital supuestamente después de ingerir accidentalmente el líquido dentro de MagiCan. En realidad, Zach nunca estuvo en peligro; el agua dentro de las MagiCans, aunque olía fatal, era perfectamente inofensiva, tal y como luego aclaró Coca-Cola. La historia real del joven se supo más tarde. Sus padres no conocían la promoción y el chico, después de escupir la bebida, se quejó del olor y el sabor asqueroso de la lata. La suya era una de las defectuosas. Como resultado, sus padres lo llevaron al hospital y llamaron a la policía. Ya daba igual, los rumores se extendieron rápidamente con la loca idea de que algunas latas de Coca-Cola contenían una sustancia mortal que había matado al menos a un niño. Coca-Cola intentó paliar el control de daños y pagó por anuncios a página completo en hasta cincuenta periódicos importantes. Una semana más tarde, frente a la escalada imparable de publicidad negativa y la rumorología produciendo historias de lo más extravagantes, Coca-Cola decidió acabar con la promoción de aquella campaña de los 90. El verano que su fórmula se podía mezclar con un sabor de lo más desagradable.