Crisis mundial y energía
Repetidamente he señalado que el mundo sigue funcionando con hidrocarburos, que con tales precios la mayoría de las petroleras del mundo desarrollado quebrarían, y que necesariamente habrá una recuperación, pero no inmediata
La crisis capitalista mundial que revienta en 2009 disminuye el consumo de energía. China, que adquiría más de cinco millones de barriles diarios entre otros países de Rusia y Venezuela, decelera su economía. La privatización de Pemex se posterga. La inversión en hidrocarburos se estanca o retrocede. No todo es fortuito en esta baja de la demanda internacional. Estados Unidos arremete hasta convertirse en el primer productor de hidrocarburos del mundo, aun a costa de destruir su medio ambiente con la contaminante y costosa explotación de lutitas. Al mismo tiempo, inunda el mercado mundial con el petróleo saqueado a Irak; alienta a su aliada Arabia Saudita a hacer lo propio con su aceite de bajo costo de producción, levanta el bloqueo a Irán, que llevaba años acumulando hidrocarburos sin salida y protege al Daesh, quien vende por centavos el aceite de los países que destruye. La finalidad de esta ofensiva mundial para lograr la baja del petróleo es obvia: quebrar perforadoras y refinerías de Rusia y de los países de la Opep no plegados a la Alianza Atlántica, para luego monopolizar la producción mundial de energía fósil y usarla a voluntad, fijando precios a su arbitrio. Venezuela acusa el golpe: nuestro petróleo, que para 2014 cotizaba a $88,42 por barril, para febrero de 2016 sufre una caída histórica hasta $24,25, y producirlo cuesta unos $19, de modo que el margen de ganancia apenas superaba cinco dólares. Descensos similares castigan la exportación de hidrocarburos boliviana, ecuatoriana, mexicana, incluso la argentina, con su renacionalizada Yacimientos Petrolíferos Fiscales. También la crisis disminuye las exportaciones de trigo y soya y de carne de Brasil y Argentina.
Diversificar la producción para consumo interno.
Repetidamente he señalado que el mundo sigue funcionando con hidrocarburos, que con tales precios la mayoría de las petroleras del mundo desarrollado quebrarían, y que necesariamente habrá una recuperación, pero no inmediata. En efecto, ya el 11 de marzo de 2016 el petróleo venezolano cotiza a $ 29,60$, y el 1 de julio está a $ 39,75, más de 15 puntos que en febrero. Pero una economía no puede vivir en perpetua montaña rusa de alzas y bajas de un solo producto. Para salvarnos en la América Latina que vive de unas pocas importaciones, debemos crear y mantener fondos para compensar caídas de precios; vender en numerosos mercados, pero sobre todo aplicar el ingreso para diversificar la producción y el consumo internos de bienes básicos hasta independizarnos en medida apreciable de la monoproducción y sus mercados externos. Si no queremos morir, hemos de articular una voluntad social y política unificada y coherente que lo logre. Y una de las finalidades de la sobreoferta petrolera es quebrar esa voluntad que debemos mantener a toda costa.
/N.A