Opinión

Con republicanos o demócratas a Venezuela le irá igual de mal: Nueva Ley de Murphy

Como se aprecia al revisar su discurso, Murphy le soltó unas cuantas al deplorable Abrams y dejó claras otras sobre la clase política estadounidense en general. Pero no dijo toda la verdad

Vea usted el video de la intervención del senador Chris Murphy y aprenda -o compruebe- que en la estructura de poder imperial no hay escapatoria para los países que pretenden ser soberanos: Solo se puede saltar del sartén a las brasas, como dice un refrán.

Con los políticos de Estados Unidos, naciones como la Venezuela bolivariana del siglo XXI no pueden esperar cambios. Sean republicanos o sean demócratas; sean viejitos decrépitos o de generaciones más recientes; sean hombres o mujeres, da lo mismo. El personaje Obama ya nos había enseñado que tampoco funciona el cambio en el color de la piel del presidente. Los afrodescendientes que se hacen parte del statu quo también se dedican a ponerles la rodilla en el cuello a otros pueblos.

El discurso y su contexto demuestran que con EEUU todo lo que Venezuela puede sufrir con un gobierno republicano, lo sufrirá también con un gobierno demócrata. Es un corolario a la famosa Ley de Murphy.

Para quienes no estén al tanto, Murphy (el senador, no el epónimo de la ley) intervino en la interpelación del genocida en serie Elliott Abrams, el tipo al que Donald Trump encargó la tarea de derrocar a Nicolás Maduro y poner en Miraflores a Juan Guaidó. 

De las palabras de este senador demócrata por Connecticut pueden sacarse varias conclusiones. Veamos algunas.

La verdad

En primer lugar, el congresista se lanzó por la calle del medio de la verdad, al reconocer, punto por punto, que casi todos los actos violatorios de la Constitución Nacional Bolivariana y del Derecho internacional más elemental, perpetrados por la camarilla opositora fueron ordenados, planificados o, al menos, avalados por el gobierno de EEUU.

Esta confirmación puede parecer una obviedad, especialmente para los más avezados en materia de política exterior estadounidense, y para la gente con formación política de izquierda, pues se sabe que Washington ha sido protagonista en cuanto golpe de Estado, complot, magnicidio o fraude electoral ha sido cometido en el mundo contra cualquier gobierno -o cualquier oposición- que no responda a sus designios. En cambio, esas palabras tienen mucho valor para los desprevenidos, los recién llegados y los inocentes que se empeñan en seguir creyendo que EEUU en una democracia digna de ser imitada.

Lo dicho por Murphy tuvo la virtud de la brevedad. Pareció un discurso hecho adrede para las redes sociales, pues en muy pocos minutos se paseó por todas las barbaridades hechas por la llave formada por el gobierno de Trump y la cáfila más ultraderechista de la oposición venezolana en año y medio: La autojuramentación, el concierto dizque humanitario de Cúcuta, el golpe de los plátanos verdes, la imposición de más y más sanciones, el saboteo al diálogo de Noruega y Barbados, y la presentación de planes de transición fracasados como si fueran nuevos.

En su breve resumen (fue lo que los coach de emprendimiento llaman un elevator pitch, un discurso tan conciso que puede darse mientras se espera  el ascensor), el tal Murphy despedazó la estrategia completa de cambio de régimen y desahució a Guaidó, sobre quien dijo que ni siquiera ocupa el cargo que tenía en 2019, el de presidente de la Asamblea Nacional, y añadió que no controla nada en el gobierno ni en la Fuerza Armada.

Cuestiones éticas

Ahora bien, que nadie crea que este senador, por ser del Partido Demócrata (al que los republicanos llaman “la izquierda radica”, ¡válgame Dios!) o por ser menor de 50 años cuestiona la política de Trump, coordinada por el troglodita Abrams, desde una postura ética, valga decir, por creer que está mal imponerle un pelele a otro país; invadirlo con el cuento de una ayuda humanitaria; participar en un intento de golpe de Estado; y tratar sede rendirlo haciendo pasar calamidades al pueblo. No. Para nada son esas las preocupaciones de Murphy. Muy por el contrario, lo que indigna a este caballero es que el gobierno de Trump falló en todos sus intentos. 

El tema ético es crucial. Para la élite política de la nación norteamericana en todo su espectro (con excepciones de las que no podemos estar seguros) EEUU tiene el derecho -y para algunos, el deber- de entrometerse en cualquier otro país, quitar y poner gobiernos, sancionar, bloquear, sitiar, bombardear y hacer todo lo que les parezca. Y si un funcionario no logra hacerlo, es un perdedor y debe ser castigado. A Abrams no le dicen: «Mire, señor, usted se portó mal  al involucrarse en un golpe de Estado porque eso contraviene la Carta de la ONU», sino que le dicen: «¡Cómo se le ocurre meterse en un golpe de Estado tan chapucero y dejar a nuestro gran país en ridículo!».

Este es otro punto que merece análisis. El señor Murphy se siente avergonzado, con eso que llaman pena ajena porque después de todo, él no forma parte del gobierno. Pero, de nuevo, no se avergüenza porque ese gobierno, del que él es opositor, ande por ahí avalando títeres, inventándose ayudas humanitarias y conciertos fake para invadir a otro país y respaldando a gente que emplazó ametralladoras en una autopista. Lo que le da pena a Murphy es que no lograron nunca su cometido. No pusieron la marioneta en el palacio de gobierno, no metieron la «ayuda» ni derrocaron a nadie. El bochorno del senador demócrata es una constatación palmaria de que Venezuela no debe cifrar esperanza alguna en que un cambio de gobierno en EEUU, a partir de las elecciones de noviembre, vaya a significar que se avecinan tiempos mejores. Ya sea que siga el impresentable Trump o sea que llegue el  soporífero JoeBiden, todo seguirá más o menos igual, con tendencia a ponerse peor.

No toda la verdad

Como se aprecia al revisar su discurso, Murphy le soltó unas cuantas al deplorable Abrams y dejó claras otras sobre la clase política estadounidense en general. Pero no dijo toda la verdad. 

Pasó por alto el senador algunos de los otros hechos perpetrados por la camarilla de Guaidó, bajó las órdenes de Trump:

Los apagones mediante ataques de pulso electromagnético y sabotajes físicos contra la infraestructura de Guri en marzo, abril y julio de 2019, un tema que, por cierto, atemoriza (o, mejor dicho, aterroriza) realmente a las agencias de seguridad de EEUU por las hipótesis en las que no son perpetradores, sino víctimas.

El robo descarado de Citgo y de cuentas bancarias  en entidades privadas, del que probablemente se están beneficiando congresistas de ambos partidos o sus financistas del llamado «Estado profundo» de EEUU.

El fallido intento de invasión de Venezuela con mercenarios, paramilitares colombianos y desertores venezolanos, que también concluyó en derrota, en mayo de este año.

Para abarcar toda la verdad, Murphy debió preguntar igualmente por “la mayor operación naval en el Caribe occidental”, que fue presentada con grandes fanfarrias por Washington como destinada a desmantelar el supuesto tráfico de cocaína presuntamente enviada desde Venezuela por los supuestos carteles de la droga presuntamente dirigidos por el gobierno y que hasta ahora no ha interceptado ni un presunto peñero con  supuesto motor fuera de borda.

También le faltó decir al senador que el gobierno de Trump y su pandilla ha movilizado tropas hacia su estado libre asociado de Colombia, en zonas fronterizas con Venezuela, con obvias intenciones de usarlas en una hipotética agresión militar. Cabe suponer que el congresista no se refirió a esto porque todavía no ha fracasado. Y ya sabemos que él no está en desacuerdo con ninguno de los desmanes de Abrams. Lo que le revienta es que –como reza la ley del otro Murphy- siempre le salgan mal.

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