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Calles de Oruro volvieron a lucir la alegría de los colores del Carnaval

Hasta la medianoche del domingo, 20.000 músicos y bailarines lucirán sus trajes y su alegría bajo estrictas medidas de bioseguridad para evitar contagios de COVID-19

Miles de personas se reunieron en esta ciudad para celebrar el carnaval más reconocido de Bolivia. Hasta la medianoche del domingo, 20.000 músicos y bailarines lucirán sus trajes y su alegría bajo estrictas medidas de bioseguridad para evitar contagios de COVID-19.
Las calles de Oruro volvieron a lucir la alegría de los colores del carnaval, luego de dos años marcados por las restricciones de la pandemia de COVID-19. Luego de meses de debates, las autoridades gubernamentales permitieron la realización de esta fiesta, la más grande de Bolivia, que además mueve la economía de diversos sectores.
Durante el 26 y el 27 de febrero, 20.000 bailarines y músicos atravesaron el recorrido a lo largo de cuatro kilómetros de esta ciudad. La danza concluía en el santuario del Socavón, donde las y los integrantes de las fraternidades agradecían de rodillas a la Virgen por los favores dispensados.
El presidente Luis Arce no usó su asiento reservado en la plaza 10 de Febrero, porque su agenda lo tenía en otras partes del país. Pero a través de su cuenta de Twitter se manifestó: «El Carnaval de Oruro es cultura, fe y devoción, pero también es turismo y reactivación económica».
Y agregó: «Hoy, gracias a las acciones acertadas de lucha contra la pandemia, volvemos a mostrar al mundo esta Obra Maestra, Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad». Así fue declarado el carnaval de Oruro por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en 2001.
El compromiso a apegarse a las normas de bioseguridad fue clave para permitir la realización de esta fiesta. La mayoría de las y los danzantes mostraba en algún lado de sus fastuosos trajes el carnet de vacunación contra el COVID-19, requisito para poder desfilar. También llevaban barbijos o máscaras transparentes.
En las tribunas a los costados de la calle, miles de personas llegadas de todo el país acompañaban a la alegría de las fraternidades cantando a los gritos temas folclóricos, generalmente de amor y desamor carnavalero.

Celebración entre olas

La realización del carnaval de Oruro estuvo en peligro durante algunas semanas, cuando reinó la variante Omicrón en el país, que registró cifras de casos nunca vistas desde el inicio de la pandemia, en marzo de 2020.
La abrupta caída de contagios permitió esta breve tregua en la lucha contra la pandemia. Aunque algunos médicos alertaron que este desborde de cercanía social podría acelerar la llegada de la quinta ola de contagios.
En las graderías de la avenida 6 de Agosto, Victoria Huanca Gutiérrez bailaba al paso de los conjuntos de la Diablada. Nacida en Oruro, comentó a Sputnik que le preocupaban las sucesivas olas de COVID-19, pero «no se puede olvidar que Oruro vive del comercio, más que de los ingresos de la minería, como en todos lados nos dicen».

Control entre el descontrol

La Policía Nacional desplegó 4.000 uniformados en la ciudad para evitar que hubiera disturbios, azuzados por el masivo consumo de alcohol de estas fechas. También se veían por las calles soldados del Ejército, que contrastaban con las y los cientos de niños que jugaban con espuma en las calles.
Humberto Cortez, integrante de la Morenada Mejillones, expresó a Sputnik su alegría por volver a desfilar por las calles orureñas: «Luego de dos años, es formidable volver a celebrar el carnaval. Estamos dando lo mejor de nosotros para cumplir las normas de bioseguridad, así podemos demostrar nuestro amor y devoción a la Virgen del Socavón».
Hasta la medianoche del domingo 27 de febrero seguirá el tráfico de conjuntos folclóricos, con danzas como la Diablada, la Morenada, el Caporal, Tinku, Tobas, Llamerada y Kullaguada, entre muchas otras.
Richard Challco es parte de la fraternidad de Incas «Hijos del Sol». «Me siento muy feliz de participar en este carnaval majestuoso de Oruro, uno de los mejores del mundo», dijo a Sputnik. «Estoy contento de poder demostrar la fe que tenemos en la mamita [la Virgen] del Socavón».
Dependiendo de la agrupación folclórica, en algunos casos bailar en el carnaval requiere hasta varios miles de dólares, entre costos de trajes y cuotas de membresía.
Para Huanca, «es muy trascendental que una festividad de la gente de abajo se haya posicionado con tanta fuerza. Pero, con el pasar de los años, vemos que se ha vuelto algo mucho más elitista, porque si no tienes plata no puedes bailar».
Ni tampoco ver: los asientos al costado del recorrido carnavalero cuestan 180 pesos bolivianos (25 dólares), y llegan hasta los Bs. 2.000 en algunos tramos, «con paquetes especiales», explicó Huanca.
En la región andina, ancestralmente la celebración de carnaval «está ligada a esta época reproductiva, propiciada por la temporada de lluvias, el jallu pacha. Es una época bien bonita en que nos encontramos con la tierra».

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