Bullying podría estar vinculado a problemas cardiovasculares
Una investigación realizada por la Universidad de Pittsburgh EE.UU, y publicada por la revista Psychological Science, halló que el acoso o bullying durante la infancia pueden comprometer la salud en la edad adulta; ocasionando desde problemas psicosociales hasta cardiovasculares, tanto en las victimas como en los agresores.
“La mayoría de las investigaciones sobre el bullying se han basado en el abordaje de los resultados en salud mental, pero queríamos examinar el impacto potencial que también podía tener para la salud física”, explicó Karen A. Matthews, directora de la investigación.
Tanto víctimas como agresores
Para realizar el estudio, los autores siguieron la evolución de un grupo de 300 personas, distintas, desde que estudiaban en primaria hasta que cumplieron los 30 años. El objetivo principal era observar si el hecho de haber sufrido o provocado algún episodio de bullying, podría tener alguna consecuencia en su estado de salud.
Los resultados mostraron que los varones ya adultos, que habían sido agresores durante la infancia eran más propensos a fumar tabaco o marihuana, tener una actitud agresiva y sufrir situaciones de estrés después de más de dos décadas.
Mientras que los que habían sido victimas del acoso escolar, presentaban problemas económicos, se sentían injustamente tratados y eran menos optimistas.
Unos resultados especialmente críticos porque, según constataron los investigadores, situaban también a estas personas en un mayor riesgo de tener más problemas de salud, sobre todo de tipo cardiovascular.
De hecho, investigaciones previas ya han vinculado los factores de riesgo psicosociales como el estrés, la ira y la hostilidad con un mayor riesgo de problemas de salud como infarto de miocardio, ictus e hipertensión.
Mayor riesgo cardiovascular
Junto con las evaluaciones regulares sobre los factores de riesgo psicosocial, conductual y biológico de tener problemas de salud, los investigadores también seleccionaron información procedente de padres y profesores para saber cómo era el comportamiento de los participantes cuando tenían entre 10 y 12 años.
Además, entre los indicadores evaluados en los participantes cuando ya eran adultos incluyeron análisis de sangre, pruebas cardiovasculares y mediciones de la estatura, el peso y los niveles de inflamación.