Barranco abajo
Casi un mes después, sin pueblo, sin militares, sin ideas; se aferran a la esperanza suicida de una intervención militar extranjera y la potabilizan disfrazándola de ayuda humanitaria a ritmo de reguetón
Hace poco oí a un grupo de opositores hablar de cautela, de paciencia, de astucia, ante la posible juramentación de Guaidog como presidente de utilería. Hablaban de mesura, porque las bases opositoras no soportarían una desilusión más. Que ya las guarimbas habían hecho demasiado daño.
Hacían un mea culpa, muchos de ellos, por su aporte incendiario en las desastrosas aventuras guarimberas. Ellos, que se atrevieron a vender el liderazgo hueco de Freddy Guevara, ahora juraban orientar, como les corresponde a opositores de su altura, a la gente de a pie en esta nueva estrategia, que debía ser armada cuidadosamente, sin locuras, sin barrancos… Ya hemos aprendido, decían… Eso fue el 10 de enero, cuando Guaidog no se auto juramentó en la AN, como esperaban. Serios y solemnes, cuidando cada paso para no pisar en falso, hasta lograr la inevitable (ahora sí) salida de Maduro – decían-. Todo fue sobriedad y pretensión de cordura hasta que llegó el 23 de enero. Bastó que un guarimbero, de quien el país solo conocía sus nalgas, se parara en una calle y se auto juramentara, para que aquel selecto y circunspecto grupo de opositores se lanzara por el barranco de una nueva hora loca.
Presidente, le llamaron y construyeron un relato relámpago sobre un parapeto de cadenas de Whatsapp y fotos con filtros sepia del nalgas blancas, ahora "presidente" enfluxado. Y allá van, barranco abajo.
Casi un mes después, sin pueblo, sin militares, sin ideas; se aferran a la esperanza suicida de una intervención militar extranjera y la potabilizan disfrazándola de ayuda humanitaria a ritmo de reguetón.
Veinte mil raciones de "carne disecada" que van a salvar al país. Cualquier idiotez vale para sus idiotizados, que no le temen a una guerra civil -dijeron- pero se cagan cuando ven a un motorizado.
La intervención que añoran se complica. El gobierno de Maduro maniobra con destreza para frenarla, mientras Guaidog insiste en el bombardeo (humanitario, of course) que dejaría a sus seguidores con sus ropas fashion cubiertas de polvo de escombros, preguntándose qué fue lo que pasó.
Y ahí están, oootra vez, entrampados en un atajo loco en el que si ganan, pierden ellos, perdemos todos, y si pierden, ganan la paz, y un profundo ratón moral. Por ellos, por sus hijos, por los nuestros, nosotros venceremos.