Opinión

Un ladrillo para construir esperanza

Un proverbio africano reza así: Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado. Y eso es justamente lo que estamos haciendo en Miranda.

Esta semana entregamos nuevas viviendas. Si hay un estado que va a la cabeza de la autoconstrucción es el nuestro. Esa es nuestra experiencia en la zona de Barlovento, donde las comunidades humildes saben lo que es trabajar juntos.

Nadie le tiene miedo al trabajo. Mujeres y hombres, adultos mayores y niños estamos acostumbrados a las cayapas, al desarrollo de tareas en colectivo. Este es un rasgo cimentado sobre nuestra historia y tradiciones. Una población con profundas raíces en la injusticia de la esclavitud, que aprendió a cuidarse en colectivo, a trabajar todos juntos, a celebrar con poco o mucho pero siempre unidos.

Es lo propio de los pueblos surgidos de la agricultura, donde una mano lava a la otra, donde una paila de café sabe más sabrosa si la acompañan las risas de muchos, y una jornada se cierra con un sancocho de verduras recién sacadas de la tierra.

No en balde es en esta zona donde se dan a diario ejemplos exitosos de autoconstrucción. El Estado pone los materiales, y las manos del pueblo se unen para edificar viviendas hermosas, confortables, bien distribuidas, pero, por encima de todo, profundamente humanas y compartidas. Viviendas llenas de amor. Un amor que nos viene de cientos de generaciones dispuestas a luchar juntas por construir sueños.

Nadie siembra solo, nadie debe cosechar solo. Ladrillo a ladrillo se erige una esperanza, se fabrican los sueños, se comparte la vida.

Ese es un ejemplo que cunde y se multiplica. Ese futuro brillante del que hablamos en la campaña es el que estamos construyendo en Miranda. Ese modelo de gerenciar en colectivo, de poner todas las manos en una acción común; ese ejemplo que nos dan las comunidades campesinas nuestras, cada vez tiene más eco en el resto de los ámbitos de esta tierra.

Los empresarios han empezado a aportar su sudor y experiencia junto a los trabajadores urbanos. Los centros educativos cada vez entienden más la importancia de formar a las nuevas generaciones en el trabajo digno, con miras a aportar conocimientos que sirvan para engrandecer el gentilicio mirandino.

Cada mano negra, indígena, mestiza o blanca es una promesa de mañana próspero y brillante.

Cada ladrillo que se convierte en casa, escuela, consultorio médico, espacio de producción, área de recreación es un aporte para la paz, la garantía de una vida más justa y la contribución para la transformación, sin vuelta atrás, en una sociedad de iguales, participativa, corresponsable y protagónica.

Ladrillo a ladrillo estamos construyendo la Miranda del hoy que brillará y será ejemplo de ese mañana luminoso.

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