Opinión

Encomio y desagravio a Tibisay Lucena, una mujer irreversible

Lo primero que se puede decir para encomiar su labor en el CNE es que  hasta los más necios críticos del organismo electoral saben que en términos objetivos, este siempre actuó con apego a las reglas de juego.

Si se hace la lista estricta de las cinco personas más insultadas, vilipendiadas, agraviadas, difamadas, injuriadas, calumniadas y vituperadas (la caravana de sinónimos podría seguir) en lo que va de siglo XXI en Venezuela, el nombre de Tibisay Lucena aparecería en todas.

Ella solo puede faltar en las listas de quienes la odian tanto, pero tanto tanto, que ni siquiera quieren asignarle el mérito de encabezar algún ranking. Aunque sea un mal ranking.

«Es que ha sido el árbitro, y a los árbitros siempre los pitan», me dice un amigo. Pero no, esa no es  razón para tanto odio, para tanta mala vibra, para tanto veneno destilado.

Pues bien, ahora que esta dama (lo es, en el más digno de los significados que pueda tener esta palabra) ha dejado de ser la presidenta del Consejo Nacional Electoral, es el tiempo de un desagravio. Así lo han entendido muchas personas y eso se ha notado en las redes sociales. En mi caso, lo voy a hacer en este privilegiado espacio.

Matemáticamente hablando

Lo primero que se puede decir para encomiar su labor en el CNE es que  hasta los más necios críticos del organismo electoral saben que en términos objetivos, este siempre actuó con apego a las reglas de juego. 

La mejor prueba es que muchos de quienes se dicen sus víctimas ostentan cargos que fueron otorgados por el electorado en procesos organizados y certificados por la directiva encabezada por Lucena. Si lo que dicen fuese verdad, esas personas no estarían en la Asamblea Nacional, jugando al gobierno paralelo, a la desestabilización, a la entrega de activos y cuentas nacionales y a la invasión mercenaria.

Lo que ocurre es que buena parte de esa élite política opositora, después de ganar las parlamentarias de hace cinco años, jugó rematadamente mal sus cartas, se atoró, se emborrachó de victoria, se sobreestimó, subestimó a los contrincantes, se creyó sus propias embustes y terminó perdiendo una ronda tras otra en los escenarios político, judicial, militar, de la calle y hasta algunos episodios clave en lo internacional. Frustrados por la ristra de derrotas, optaron por golpear a un Poder Electoral que en 2015 le dio legitimidad plena a su victoria aplastante. Y específicamente se lanzaron, con una rabia personalizada, contra Tibisay Lucena, la referí que les levantó la mano, cumpliendo su deber plenamente y sin complejos, la noche del 6 de diciembre de 2015.

Los argumentos matemáticos y técnicos para sustentar las acusaciones se derrumban no solo por el triunfo de 2015, sino porque, según una impresión muy reiterada, no los entienden ni los mismos que los predican. Y si tuvieran alguna base, nunca han sido competentes en la explicación. Esa incapacidad, por cierto, no es culpa de la señora Lucena, quien por el contrario ha sido reiterativa y paciente, como una buena profesora, para exponer su materia.

Periodísticamente hablando
Una gran porción de los insultos, descalificaciones, vilipendios, agravios, difamaciones, injurias, calumnias y vituperios que se han arrojado sobre Tibisay Lucena en estos años han sido disparados desde el periodismo, bajo el amparo de la libertad de expresión.

Buena parte de los comunicadores profesionales que la atacaron se declaran independientes, pero en verdad son furibundos opositores. Algunos lo son desde tiempos originarios. Lo digo como testigo directo pues los vi armar un bonche la noche del 11 de abril porque habían derrocado a Chávez e iban a barrer con todo lo que oliera a chavismo. Otros se fueron convirtiendo en opositores, luego de ser, ciertamente, independientes y algunos, después de haber sido chavistas.

Hay casos notables de periodistas que no fueron chavistas, pero sí muy cercanos al actual ministro Jorge Rodríguez, cuando era rector del CNE, y también a la mismísima doctora Lucena, en sus primeros años. Experimentaron una metamorfosis y pasaron a ser antijorgistas y antilucenistas rabiosos, irracionales. Al parecer fue  porque se desengañaron, algo a lo tienen derecho, desde luego, pero que quede claro que -desde mi humilde punto de vista- ese afán permanente de llevarle la contraria y de sembrar dudas a todo lo que hiciera o dejara de hacer el CNE, anuló la independencia que proclamaban para erigirse en los supremos jueces de la juez electoral. 

Por otro lado, buena parte de los diarios, emisoras, televisoras y portales que han sido críticos destructivos de Tibisay Lucena (y de Socorro Hernández, Sandra Oblitas y Tania D’Amelio), se presentan ante el mundo como medios libres e independientes, pero todo el mundo sabe de qué pata cojean, en especiaal desde que el bocón (y genocida en serie) Elliott Abrams, confirmó que la USAID (fachada «decente» de la CIA) financia a la «prensa libre» para que ayude a Estados Unidos a imponer otro gobierno en Venezuela.

Esos periodistas y esos medios pretendidamente independientes llegan a extremos que bien podríamos llamar cínicos. Por ejemplo, hemos escuchado (y leído) afirmaciones según las cuales era necesario sacar a la rectora Lucena porque ella era la «espantavotos» de la militancia opositora… Y lo dicen, con aires de inocencia, los mismos que durante años y años han encabezado una campaña sistemática e implacable para que esas masas perdieran la confianza en el sufragio, en el Poder Electoral y en la presidenta del CNE. 

Humanamente hablando
Cuando se revisa la lista de las personas más insultadas, vilipendiadas, agraviadas, difamadas, injuriadas, calumniadas y vituperadas, por supuesto que la encabezan el comandante Hugo Chávez, el presidente Nicolás Maduro y el constituyente Diosdado Cabello. 

Pero hay un tipo de ataques que solo han sufrido dos de ese grupo, el comandante Chávez y la ahora expresidenta del CNE: las invectivas relacionadas con la salud y la vida.

El odio ciega tanto que lleva a las personas que uno menos se imagina a incurrir en tales despropósitos. La pertinaz campaña antes analizada ha sido el ariete de las transformaciones monstruosas de amables señoras y señores en caricaturescas aves de rapiña.

Ante ese tipo de crueldades, Tibisay Lucena lució siempre tan firme y serena como se le veía cuando capitaneaba el barco en alguno de los tantos procesos electorales que dirigió. Por ese tipo de ruindades, ella merece un especial desagravio y, si tuviesen algo de cortesía, las disculpas de quienes se proclamaron como sus adversarios.

Desde este rincón iguanero, en términos muy personales (pero convencido de representar a mucha gente), le doy las gracias, le expreso mi profundo respeto y digo que Tibisay Lucena ha sido y es -utilizando una palabra que ella hizo célebre- una mujer irreversible.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

 

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