Opinión

En las buenas y en las malas

Existen viejas locuciones en las que una conciencia ética no admite disyuntiva y se conservan en frases afirmativamente enlazadas por la frescura popular, como la expresión “en las buenas y en las malas”

Existen viejas locuciones en las que una conciencia ética no admite disyuntiva y se conservan en frases afirmativamente enlazadas por la frescura popular, como la expresión “en las buenas y en las malas”. Si algo identifica a un socialista verdadero, es la conciencia del deber social como principio ético. ¿Por qué se me ocurre decir estas cosas? Las digo porque hay otras verdades llamadas principios, en su uso extendido de proposiciones básicas, que implican pureza en el comportamiento de un revolucionario. Esto significa que, en las buenas y en las malas, el socialista debe hacer sentir su lealtad a los principios, sobre todo en las dificultades -del tamaño que sean, como dijo el presidente Chávez aquella noche sentida- porque en esa conducta de lealtad a la revolución y a su gobierno revolucionario, hoy en situación dificultosa, es donde se evidencia la esencia del verdadero chavista, del hombre o la mujer que no se bloquea ante los problemas.

Hay personas que no miden lo que dicen, pero hacen daño al mostrar su debilidad moral. Muchos comienzan con el discurso crítico, aparentemente inocuo, pero ¡cuidado!, en la cola el veneno, dice el proverbio. Hoy estamos en las malas, pero nos enseña el manual elemental, el que está en los corazones de los buenos revolucionarios, que “la persona ética mora en la virtud que es refugio seguro contra el peligro de la deshonestidad”.

Hay quienes creen que la revolución languidece, pero están equivocados, ellos no advierten esa conciencia social y ese nivel de organización popular que puede afrontar y resistir las dificultados provocadas por la conjura empresarial, en connivencia con sectores fascistas. Ahora, les digo que es sorprendente la capacidad de movilización que está demostrando la revolución ante cualquier amenaza, interna o externa.

Sabemos de los errores, pero también de empresarios que se prestan al boicot, al acaparamiento o la especulación; o de empresas que, estando en capacidad de hacerlo, no producen las cantidades que deben producir; o de aquellos que no dejan salir el producto para su venta y lo botan, como esos tres millones de huevos tirados a la basura en Maracay. En fin, estamos ante una conjura abierta para acabar con la revolución y sus logros sociales, pero sea como sea hay que defenderla con lealtad en las buenas y en las malas.

Abogado

/N.A

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