Opinión

El vecino artero

¿Seguirán los dirigentes de la política colombiana, sus líderes de opinión, transitando el camino tortuoso de las provocaciones contra Venezuela, jugando el papel de agentes de la política norteamericana intervencionista?

1. No pretendo agraviar al pueblo colombiano con lo que escribo hoy en esta columna. Porque en lo que digo no me refiero para nada al pueblo colombiano. Un pueblo sufrido como pocos en el mundo. Víctima histórica de sus propios gobiernos. De una oligarquía implacable, con poder ilimitado.

2. No hay manera de explicar lo que sucede en el vecino país, sino a través de la tajante diferencia que existe entre los que dirigen esa nación y los que son dirigidos. Los que son dueños de todos los privilegios y de los que nada tienen. Y no hay manera de explicar que en una nación rica, con abundantes recursos naturales y humanos, el cuadro de miseria sea tan desolador. Que millones de colombianos no puedan vivir en su patria porque la inseguridad y el hambre los dispersa por el mundo. La primera víctima de la clase dirigente en ese país es el pueblo. Explotado al máximo, víctima de todo tipo de crímenes y, por otra parte, un sistema social que genera hambre y violencia.

3. Si algún país conoce la realidad colombiana es Venezuela, porque la ha vivido directamente, en carne propia. Porque la vecindad determina que todo cuanto acontece allá repercuta a este lado de la frontera. Son millones los colombianos que han cruzado el extenso y poroso límite para salvar la vida, huyendo de terribles masacres; para hallar comida, vivienda y paz. Cerca de seis millones se quedaron, echaron raíces y se proyectaron en varias generaciones. Aquí contaron con el respeto de las autoridades, encontraron trabajo y dieron una contribución al desarrollo de determinadas regiones. Aquí no fueron discriminados ni execrados. Todo lo contrario, participaron en una convivencia civilizada, formando familias integradas por ambas nacionalidades. Las pocas reacciones negativas contra la presencia de colombianos, como el sórdido argumento de que “le quitan el trabajo al venezolano”, provinieron siempre de la derecha.

4. ¿Cómo respondió la clase dirigente de Colombia a esa actitud generosa, de comprensión del fenómeno generado por la desatención del Estado colombiano al drama de sus ciudadanos? Con absoluto desprecio. Gobernantes y dirigentes de la opinión pública, voceros de los partidos tradicionales, analistas enquistados en centros de estudios políticos, asumieron, en las actuales circunstancias, una actitud de absoluta incomprensión de la situación que vive Venezuela.

5. La política exterior del Gobierno colombiano tiene un signo beligerante e inequívocamente antivenezolano. El presidente Juan Manuel Santos la comanda y opta por ser vocero de las constantes agresiones de la Casa Blanca contra el país. Se inmiscuye a diario, de manera insolente, en nuestra política interna. Conjuntamente con otros factores de poder de la derecha, Uribe, Pastrana, etc., participa en la elaboración de planes bélicos norteamericanos con efectivos e instalaciones militares de Colombia.

6. Para desenmascarar la actitud de la dirigencia colombiana, a la que no vacilo en catalogar de “vecino artero”, recojo este planteamiento en el diario El País de España del coronel Julio Londoño -profesor de la Universidad del Rosario, Colombia-: “Siendo Venezuela la puerta giratoria del narcotráfico, seguiremos estando condenados a ser los mayores productores de coca en el mundo”. Con aviesa intención, este vocero de la derecha colombiana responsabiliza a Venezuela por el hecho de que Colombia produzca droga y trafique con ella mientras exime de crítica a su país, que la produce. Un informe de la DEA revela que 92% de la coca que ingresa a EE.UU. es colombiana, y que la expansión del cultivo ha ocurrido durante el gobierno de Santos.

Laberinto

Venezuela nunca ha esperado agradecimientos de los gobiernos colombianos por los favores recibidos en momentos críticos. Por el contrario, siempre ha estado en la base de su actitud la solidaridad y el sincero propósito de colaborar en la solución de los problemas del vecino país. Por ejemplo, el aporte de los gobiernos venezolanos ha sido fundamental en un tema como la paz. Para Hugo Chávez fue determinante respaldar cuanta iniciativa útil surgiera. Pero jamás los gobiernos colombianos reconocieron ese aporte. Al contrario, lo presentaron como expresión de solidaridad con la subversión. Y así ocurrió con muchas otras gestiones desinteresadas y esencialmente amistosas…

A diferencia de la posición venezolana de no inmiscuirse en la política interna de Colombia, los dirigentes de ese país no pierden oportunidad de hacerlo sistemáticamente. En los tiempos de Pastrana fue palpable, y no se diga en los de Uribe. Este trató por todos los medios de involucrarse en lo que sucedía en Venezuela de manera temeraria, porque hubo momentos en que colocó la situación -por la manera provocadora como actuaba- al borde de la ruptura de relaciones e, incluso, de un conflicto bélico (no olvidar que Uribe declaró, ya fuera de la presidencia, que le había faltado tiempo para declararle la guerra a Venezuela, a lo cual Chávez respondió que lo que le faltó fueron cojones)…

¿Seguirán los dirigentes de la política colombiana, sus líderes de opinión, transitando el camino tortuoso de las provocaciones contra Venezuela, jugando el papel de agentes de la política norteamericana intervencionista? Veremos qué depara el tiempo, si los Santos, los Uribe, los Pastrana y otros tantos optan por la traición a un vecino amigo como Venezuela y se prestan a las tortuosas maniobras que cocina la Casa Blanca…

El diálogo se niega a morir la derecha nacional e internacional hace todos los esfuerzos por enterrarlo. EE.UU. acelera las maniobras en el mundo para facilitar la tarea. El episodio de la Unión Europea fue grotesco. Un funcionario de tercera categoría llevó las instrucciones imperiales a España para que el organismo se plegara al dictado de acabar con el diálogo por la decisión adoptada soberanamente por Venezuela de adelantar las elecciones presidenciales. ¡Qué triste papel el de los europeos! Con esa actitud pierden toda autoridad moral para ser factores de paz y entendimiento y quedan relegados -Alemania, Francia, Italia, etc.- al rol de simple comparsa. En fin, en materia de diálogo no hay nada seguro…

La validación de partidos políticos reveló, con toda crudeza, la situación de precariedad en que está la vieja partidocracia venezolana. Tan solo Acción Democrática logró, a duras penas, pasar la prueba, mientras que el partido Primero Justicia fue raspado y tendrá que revalidar. Este cuadro prefigura la situación crítica de la oposición para la elección presidencial. No es que sea determinante el dato, ya que la oposición es mucho más que los partidos que dicen representarla, pero sí constituye un factor movilizador indispensable…

El poder y los augurios de éxitos para el neoliberalismo se desploman y parece que todo será “flor de un día”. En Brasil se mantiene con el corrupto Temer y un destino incierto con Lula latiéndole en la cueva; el presidente peruano Kuczynski se tambalea y en cualquier momento lo tumban; Santos en Colombia finaliza con el trofeo de la paz arruinado por la acción paramilitar que fue incapaz de controlar; en tanto que el argentino Mauricio Macri ha caído en las últimas encuestas 31% con respecto al respaldo que logró cuando fue electo. El fenómeno del derrumbe neoliberal en la región contribuye, sin duda, a prender las alarmas en Washington y a alborotar en la cabeza del señor Trump nuevas provocaciones demenciales. Como lo demostró en su discurso ante el Congreso.

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