Opinión

Una señora en la cola

El martes 8 el país empezó a retomar su rutina

El martes 8 el país empezó a retomar su rutina. La señora de azul, sorprendida por la cola matutina frente al hipermercado, vociferaba irritada: “¿Por qué esta cola sigue aquí, si yo voté el domingo por ellos?”. En efecto, “ellos” captaron su voto prometiéndole acabar con las colas, entre otras demagogias en las que adecos, copeyanos y sus aliados de la MUD sentaron escuela hasta el 27 de febrero de 1989. Los demás colistas escuchaban incómodos, con un repentino arrepentimiento electoral. Y apenas era martes, 8 de diciembre.

La víspera, en una carta canaleña, sin gabán y sin navaja, Rubén Blades aconsejaba a los de la MUD: “No prometan lo que no puedan cumplir”. La carta llegó un pelo tarde, Rubén, porque esta gente prometió desde un dólar barato hasta anaqueles repletos en Navidad. Pero el padre musical de Pedro Navaja le exige más al neopuntofijismo: “Los triunfadores -pide Blades- deberían explicar al pueblo cómo planean, desde el poder legislativo, impulsar mejoras”. Ay, Rubén, otra vez estás confundiendo al tiburón con las sardinas.

A la señora del hipermercado a la que prometieron eliminar las colas a cambio de su voto, le ocurre igual que a los peronistas que votaron por el millonario Mauricio Macri en Argentina. Cuando este anunció sus primeras medidas económicas y la derogación de leyes sociales, los dirigentes ex peronistas se quejaron: “A Macri se le puede estar pasando la mano”. ¿Se le puede? Aquí no cabe decir, siguiendo a Blades, “sorpresas te da la vida”. Los peronistas “disidentes” sabían lo que haría el candidato de la derecha sureña. 

Así estén calientes por la forma en que votó la señora de la cola, los bolivarianos deben ir por ella y tenderle la mano. La derecha parlamentaria construirá día a día el desengaño de sus electores. Para decepción del autor de Pedro Navaja y María Lionza, no solo incumplirán lo prometido -cero colas-, sino que, como sus pares de la reacción argentina, ya anuncian eliminar las leyes que favorecen al pueblo. “Ay, Dios”, dirá Rubén Blades cuando en vez de una sardina enganche a un tiburón.

Earle Herrera 
Profesor UCV

/N.A

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