Opinión

Retrofijismo

Desde que Ramos Allup se quitó el flux de casimir y se metió en una extraña camisa al insólito estilo Jesús Torrealba, la MUD develó sus temores

Desde que Ramos Allup se quitó el flux de casimir y se metió en una extraña camisa al insólito estilo Jesús Torrealba, la MUD develó sus temores. Debió haber sido al revés, con un Torrealba enfluxado a lo Ramos, señal de superación con esfuerzo propio, como el Juan Bimba que se convirtió en yuppie hasta que el 27-F se lo llevó en los cachos.

En esa confusión fashion Allup-Torrealba se esconde un retroceso que algunos columnistas asoman sin rodeos: el deseo de volver a los días del puntofijismo. Invocar aquel amortajado pacto como opción de futuro no deja de ser un patético extravío histórico o una fanfarronada triunfalista. Las encuestas tienen bastante responsabilidad en esas ganas de andar “de a pa’trás” que asalta a la derecha hijastra del “consenso de Washington” y a cierta izquierda indizada y arbitrada.

La euforia numérica los impele a celebrar un funeral -el del chavismo- sin muerto a la vista. La nostalgia puntofijista convierte a la MUD en estatua de sal que solo mira hacia atrás. No es fácil lanzar olvido sobre tres mil muertos y desaparecidos. La nostalgia no borra las masacres de Yumare, Cantaura y El Amparo. Tampoco los allanamientos cruentos de liceos y universidades. Menos toda la sangrienta historia que se enmarca entre dos frases: “Disparen primero y averigüen después” (Betancourt) y “hemos recibido el beso mortal del FMI” (Barrios).

Otras alocuciones alumbran la añoranza puntofijista: “¿Cuánto hay pa’ eso?” y “Aquí se roba porque no hay razones para no hacerlo”. Entre esas frases, dos temblores: el del ex ministro del Interior, Octavio Lepage (CAP I), cuando cigarro en mano tembleque “informa” de la muerte (asesinato) de Jorge Rodríguez (p), y el patatús que paralizó a su colega, Alejando Izaguirre (CAP II), cuando los muertos del Caracazo le impidieron decir que la situación era de absoluta normalidad. Solo alcanzó a balbucir: “No puedo, no puedo”. Lo canta Cristóbal Jiménez, “esos nunca volverán”, y lo sublima Gustavo Adolfo Bécquer en sus oscuras golondrinas: “Pero aquellas que se fueron, esas no volverán”. Copla y verso que las mustias viudas retrofijistas ocultan bajo las sábanas húmedas de Datanálisis.

Profesor de la UCV

/N.A

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