“Mi vida tiene la edad de la revolución”
El resplandor del sol, corría como un caballo por la azul y límpida sabana del mar de Juangriego, mientras tanto los alcatraces se lanzaban en chapuzón y competían por el que capturara el pez más grande. Mientras tanto el oleaje venía y besaba rápidamente la ribera y se regresaba contento.
El periodista Pedro Cuartilla observaba extasiado el espectáculo desde un restaurante playero, mientras se tomaba un café y al mismo tiempo meditaba: “Definitivamente, ante tanta belleza, en Margarita está el paraíso. Aquí en un pasado debieron vivir Dioses, ángeles y arcángeles”.
El reportero terminó de tomarse su negrito, canceló y se dirigió a su viejo Malibú, arrancó rumbo a La Asunción y, como siempre, sintonizó su emisora favorita Mundial Margarita (1020AM, 92.9FM y www.radiomundial.com.ve) y oyó la canción “El Guanaguanare” del cantautor Jesús Ávila, quien por cierto estaba cumpliendo tres años de su desaparición física, por eso pensó: “Buen poeta, buen cantante, talentoso y revolucionario, este hijo de Los Robles. Un hombre así, tiene que quedarse por siempre en la conciencia del pueblo”.
Entrando a Santa Ana, vio una señora y se paró, le preguntó para dónde iba, le señaló que se montara y arrancó. Apenas la dama, se acomodó, dijo: “Este servicio de transporte de Juangriego a Porlamar cada día está peor. Aunque el Bus Margarita ha ayudado un poco, aún no es suficiente. Pero esperamos que mejore, porque para eso estamos en revolución; pues, yo te digo, gracias a este gobierno yo puedo señalar que he vivido, porque a mi mamá le dieron una pensión de Adulto Mayor, a mí me dieron una casa, mis muchachos estudian en escuelas bolivarianas y aparte de que ahí pasan el día, donde comen y meriendan, le han dado canaimitas; yo misma me puse a estudiar en las misiones y aprendí a leer y ahora estoy pronto a graduarme de bachiller. Y eso no tiene precio, quien diga lo contrario, es un ingrato”
– ¿Qué edad tiene usted, señora?, preguntó el periodista.
– Mi vida tiene la edad que tiene la revolución bolivariana, porque de ahí para atrás aquello que uno llevaba no se podía llamar vida, ahí cada cinco años era que se acordaban de ti, para votar por ellos y después se olvidaban de aquello que esa gente no quiso ni quiere y que llaman pueblo…
Pedro Cuartilla, dejó a la señora en Tacarigua, siguió su camino, y razonó: “Más bonito no canta un canario”.