Opinión

Pero tenemos pueblo

Eran las colas que la derecha no quería ver, estaban allí, frente a sus narices, esa dominical mañana de junio

Eran las colas que la derecha no quería ver, estaban allí, frente a sus narices, esa dominical mañana de junio. Las consoladoras encuestas puntualmente pagadas saltaban por los aires. Para mayor tibiera, eran colas alegres, entusiastas y, lo peor, ubicuas: aparecían por todos lados, no había forma de evadirlas. Se formaron desde que despuntó el día hasta tarde la noche, para insomnio electoral de una oposición que vive contando ovejas sin poder pegar los ojos desde aquel 6 de diciembre de 1998, cuando salió a comprar alpargatas.

“No voy a cambiar todo lo que nos dejó Chávez por un rollo de papel”, dijo una matrona antes de entintarse el dedo. El ingenio popular respondía de mil maneras a la burla burguesa. Se puede hacer una interminable antología de las frases con que el pueblo devolvía la pelota a la derecha mediática. Se dio un fenómeno óptico-político digno de la Nasa: los medios reaccionarios no veían las colas, ni los dirigentes de la MUD, ni los de La Salida, incluso, hasta un mirón de oficio como Ramos Allup confiesa que no observó nada. Al día siguiente, los oftalmólogos no se daban abasto. Otra vez el pueblo se les hizo invisible.

La guerra económica ha sido dura y miserable, pero no mermó la voluntad democrática del pueblo de Chávez. Ni la guerra psicológica. Ni el decreto ejecutivo de Obama contra la patria. Ni los pronunciamientos de la Cidh y las ONG financiadas por la NED y la Usaid. Ni los crímenes contra líderes sociales. Ni las visitas injerencista del Cartel de Madrid. Ni las publicitadas “huelgas de hambre”. Un simbólico gesto, ese 28 de junio, fue la respuesta popular a tanta ignominia: mostrar el meñique teñido en tinta indeleble. 

La víspera, se habían burlado del patriota Pedro Camejo y su exaltación al Panteón Nacional. Negaron su existencia histórica. Llamaron “tropas” al ejército realista en Carabobo y “huestes” al de los libertadores. Apodaron al héroe “Afrodescendiente Primero”. Pero después, aterrados, dijeron que no lo vieron cuando se les apareció convertido en 3.162.400 electores. Allí tenían a su invisible Negro Primero que, con el meñique en alto, les gritaba: “¡Pero tenemos pueblo!”.

Profesor de la UCV

/N.A

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