En pie de paz
Iba por Caracas con José Luis, mi amigo que ofrece carreras con tertulias sabrosas. A la altura de La Previsora había un punto rojo donde firmar contra el decreto de Obama
Iba por Caracas con José Luis, mi amigo que ofrece carreras con tertulias sabrosas. A la altura de La Previsora había un punto rojo donde firmar contra el decreto de Obama. José Luis pisó el freno: ¿Te importa si me paro un momentico a firmar? -dijo. Dele que son pasteles -contesté-, pero ya él estaba con los muchachos del punto que apoyaban “al compañero que está haciendo una carrera y no puede demorar”. Sonriendo regresó al carro y seguimos.
En la Plaza Bolívar de Caracas, sobre una tarima, Ricardo Sánchez, diputado de oposición junto a otros de sus compañeros, anunciaba su apoyo a la recolección de firmas, a la defensa de nuestra patria, de nuestro derecho a la paz. La plaza repleta de gente celebró sus palabras. Bienvenidos compatriotas, todos. Después de los discursos, como siempre, vino la música: puro sabor, pura alegría, y ese pueblo que minutos antes gritaba consignas patriotas, al son de los tambores se lanzó a bailar. Entonces se hizo viva aquella frase de Arturo Jauretche: “El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”. Allí estábamos, enfrentando un enemigo enorme, con toda la conciencia y toda la alegría del mundo.
En Filven, con unos amigotes y sus dos niñas, una bebé y otra, que ha crecido mucho y ya tiene 11 años. Papi -dijo al pasar por la mesa donde recogían firmas-, yo quiero firmar. No estaba pidiendo permiso, estaba exigiendo su derecho. Los adultos nos miramos como preguntándonos si eso se podía… Cómo no se va a poder, si esa niña, todos los niños, serían las primeras víctimas de cumplirse la amenaza. Segura, orgullosa, nuestra niña firmó y nosotros tuvimos la certeza de que el futuro viene brillante.
En Bellas Artes, otro punto rojo. Yo, que venía de la feria cargada y con lumbago, pregunté a los muchachos a cargo si querían unos libros. Los tomaron felices: “No se imagina lo que es estar tan cerquita de la feria y no poder ir, pero aquí estamos, cumpliendo con el país”. Otra vez nuestros muchachos y otra vez la certeza…
En una esquina sonaba El Corrido de Maisanta y la gente, rumbo a donde fuera, lo recitaba con Chávez.
¿Una amenaza? No, lo que somos es un pueblo grande en pie de paz.
Carola Chávez
carolachavez.wordpress.com
/N.A