Esta frase, por años ha sido recordada como un arrebato de alegría momentáneo del Libertador Simón Bolívar, el día 23 de junio en las sábanas de Taguanes, en una arenga ante las tres divisiones del Ejército, que se alistaban para trabar combate, un día después en Carabobo. Sin embargo, encierra y recoge los anhelos de un pueblo que ya llevaba diez años en guerra, por su emancipación y liberación del yugo español.
Cuando Bolívar llegó a Carabobo, no fue por el azar de los tiempos. Antes, la mitad de la población había perdido la vida en busca de la libertad y la otra aspiraba correr la misma suerte.
El Libertador, había logrado despertar la pasión en las masas populares y estas, le habían encontrado sentido a la lucha emancipadora. De pueblo en pueblo, se sumaban por cientos los combatientes y seguían al líder, Simón Bolívar. Una nación entera, estaba en guerra.
La guerra se hacía larga y faltaba la batalla final.
Los acontecimientos de San Félix el 11 de abril de 1817, le dieron a la causa patriota la seguridad territorial, la logística, la economía, la navegación de una ruta con salida al Atlántico y con ello, una fortaleza que, hasta la fecha, no tenían los patriotas. El arrojo y la firmeza de Piar, batieron en San Félix a ese bastión realista y aseguraron una muralla para los patriotas.
Más tarde, en febrero de 1819, en la instalación del Congreso de Angostura, Bolívar con su genio y visión, ofreció un discurso en el que puso a disposición de los legisladores, su mando. Propuso un modelo de Constitución y prefiguró el sistema de gobierno, dándole un carácter popular, para encadenar la opresión, la anarquía y la culpa; propuso un sistema de justicia social y fundó el Poder Moral. Allí fue ratificado en su mando, se disiparon las dudas de su liderazgo y logró la unidad, para lanzarse a la expulsion total del imperio español de estas tierras. Ahí fundó Colombia.
Al llegar el año 1820, la guerra aún mantenía unos niveles de violencia, que son recogidos en el Armisticio que en noviembre de ese año, Simón Bolívar firmó en Santa Ana de Trujillo con Pablo Morillo; se dictó el Tratado de Regularizacion de la Guerra y fue la primera vez que Venezuela, fue reconocida como nación beligerante, dueña de su destino y obligó a una potencia extranjera, a acordar términos en los cuales, se decía cómo se llevaría la guerra. Es decir, España reconoció que no peleaba contra unos bandoleros, sino contra una nación organizada, con un Jefe de Estado y con un Ejército de liberación.
Es así como antes de Carabobo, estos hechos sirvieron la mesa para la batalla decisiva que se dio el 24 de junio de 1821.
Por años, nos mostraron a Carabobo como una batalla más, como un hecho fortuito, ocultando el plan maestro de campaña, que como nos explicó el profesor Ángel García en su libro «Cuatro Etapas de una Batalla», fue preconcebido por el Libertador años antes.
En ese deliberado olvido, nos ocultaron los métodos de organización, movilización, logística y propaganda que usó Bolívar y este pueblo, para emprender la más grande empresa que pueblo alguno pueda atreverse a llevar adelante: una guerra por la independencia y la libertad.
Al llegar a Carabobo, ya éramos una nación organizada, con un gobierno que dictaba actos, que iba consolidando territorios, que hacía leyes y que poseía un Ejército organizado en tres grandes divisiones.
En los meses previos a Carabobo, se desarrollaron las maniobras de distracción o diversión que Bolívar aplicó, para dividir y confundir a los realistas y llevarlos en minusvalía a las sabanas de Carabobo.
En una hora, se despachó un combate que por años se pensó. Allí se sumó el genio de Bolívar, la intrépidez de los llaneros con Páez al frente, el arrojo y la valentía de Cedeño, Plaza, Farriar, el Negro Primero y muchos otros que la Patria hoy honra.
Carabobo, es ayer lo que hoy somos y lo que seremos mañana: un pueblo libre, indómito, que resiste y lucha contra cualquier forma de opresión.
Carabobo, es el farol que alumbra estos suelos y que inspiró la liberación del Sur del Continente.
Carabobo, es el eterno punto itinerante que nos obliga a seguir marchando por los caminos de independencia y plena soberanía.
Carabobo, nos pertenece a todos. No es solo un altar para ir cada año a rendir honores, sino para la reflexión diaria que inspira siempre obrar a favor de los intereses comunes de las y los venezolanos.
Carabobo, es este pueblo que hoy resiste y avanza ante las nuevas agresiones imperiales.
Carabobo, hoy inspira a no rendirse jamás.
Carabobo, es la Patria perenne.
Carabobo, es la gloria eterna.
Carabobo, es la inspiración perpetua para siempre luchar por las causas justas.
Carabobo, es y será, fuente de inspiración para lograr la prosperidad arrebatada en una injusta guerra.
En Carabobo, seguimos diciendo: «mañana siempre seréis invictos…».