Opinión

Opositores que se dicen «racionales» celebran que se ofrezca recompensa por Maduro y apoyan planes violentos de Alcalá

Esto no es ningún descubrimiento, pero en episodios como los que hemos vivido esta semana, se hace más y más patente

Hay gente dispuesta a sostener cualquier posverdad, cualquier fakenews, cualquier mentira simple, cualquier infamia, cualquier irresponsabilidad y hasta cualquier estupidez con tal de que abone a su deseo, su ilusión, su delirio de ver caer al gobierno bolivariano y, sobre todo, de saciar una ya inaguantable sed de venganza.

Esto no es ningún descubrimiento, pero en episodios como los que hemos vivido esta semana, se hace más y más patente.

Lo grave es que en esta conducta no solo incurren los que obviamente están envueltos  en las conspiraciones, los complots, las tramas, las maquinaciones, sino también muchos opositores que –al menos en teoría- defienden la verdad, la racionalidad y la inteligencia. Mire usted.

Analicemos, por ejemplo, la euforia de estos sectores que se dicen racionales (o decentes y pensantes, como los llama, con ironía, Carola Chávez) acerca de la acusación de Estados Unidos a Nicolás Maduro y a varios líderes y funcionarios del alto gobierno, por delitos de narcotráfico. Se trata de una euforia que legitima una acción de la más rancia estirpe imperial, como lo es enjuiciar extraterritorialmente a nacionales de otro país, y no a cualquiera, sino al presidente, al presidente de la Asamblea Constituyente, al del Tribunal Supremo de Justicia, al Ministro de la Defensa y paremos de contar.

Al margen del hecho de que muchos de estos opositores sean proimperialistas, pitiyanquis y afines por nacimiento o por naturalización, es obvio que se trata de una doctrina que nos retrocede en la historia hasta por más de un siglo. ¿Cómo conciliar esa retrogradación con la supuesta condición de vanguardia que se atribuyen estas personas en la sociedad?

Lo que queda claro es que en verdad no les importa renegar de todo lo que han estudiado en las universidades y de las ideas  que defendieron antesalgunos de ellos, en particular los antiguos izquierdistas sometidos a operaciones de reingeniería política. Parece prevalecer en ellos un pragmatismo total: Todo vale con tal de que vengan finalmente los gringos y nos quiten de encima al autobusero de nuestros tormentos, al capitán que nos pega con el mazo, al magistrado y al juez que apagan el teléfono para no contestarnos a la hora del té y así sucesivamente.

Uno podría entender, haciendo esfuerzos, estas actitudes ajenas a los principios generales del Derecho y la convivencia internacional en ciertos opinadores “sin muchas lights pero con muchos likes” porque, después de todo, no son abogados ni internacionalistas, sino gente perteneciente a la farándula de las redes, comunicadores formados en la etapa de decadencia del periodismo clásico o cocineros célebres. Pero resulta que sí, también hay prominentes expertos en geopolítica y notables jurisperitos entre los aplaudidores de la barbaridad ejecutada por William Barr por órdenes de Donald Trump. Y esos doctores con altos estudios jurídicos y estratégicos también dicen que lo que resta ahora es agarrar a las personas solicitadas por EEUU, ponerles ropa anaranjada, atarlos con cadenas y tomarles muchas fotos para que los demás escarmienten.

Como cortante cuña del mismo palo, un opositor no contagiado del virus de la euforia, les preguntaba en Twitter si es que ahora cualquier país puede abrirle un juicio al presidente de otra nación o si ese es un privilegio de EEUU por ser el papá de los helados.

Significativamente, ese opositor reflexivo solicitaba a quienes le respondieran que lo hiciesen con argumentos razonables, no con insultos que de nada sirven. Es que él sabe cómo suelen reaccionar los decentes y pensantes cuando alguien cuestiona sus dogmas.

Apoyar al sheriff y sus “incongruencias”

Pero si respaldar la tesis de que el presidente de tu país pueda ser juzgado por otra nación ya requiere bastante espíritu de sumisión, ¿qué decir de ovacionar el hecho de que el país que se asume juez ofrezca una recompensa por su captura?

En general provoca indignación, pero también algo de tristeza escuchar o leer a algunos analistas, intelectuales e influencers celebrar ruidosamente que el gobierno de Trump, trastocado en sheriff de un pueblucho del lejano oeste norteamericano, haya decidido ponerle precio a la cabeza del presidente venezolano y de los otros líderes y funcionarios del Estado, lo que equivale a una oferta pública para cuanto cazarrecompensas profesional o sicario aficionado ande por ahí buscando resolverse la vida.

Para suscribir esa condición de policía-juez-verdugo que EEUU se autoasigna, el coro de gente decente y pensante está dispuesto a pasar por alto o a apoyar las más descaradas incongruencias (por llamarlas de un modo decente) que uno pueda imaginarse. Por decir solo alguna, ¿cómo alguien con un mínimo de racionalidad y decoro puede darle pábulo a la idea de que un país que está en contra del narcotráfico tenga siete bases militares en otra nación, donde se siembra, procesa y exporta industrialmente, de manera impune, el 95% de la cocaína que se consume a nivel mundial?

Si el gobierno de EEUU es tan impoluto en esa materia como para andar persiguiendo a los supuestos narcoestados, ¿por qué no habrá hecho algo ni lejanamente similar con el narcoestado colombiano, que no es para nada supuesto?

Pregúntele usted a su opositor favorito, en caso de que sea de los que apoya el juicio a Maduro, cuántas toneladas de droga producidas, procesadas o transportadas por el fulano cartel de los soles han sido incautadas por la justicia estadounidense; en qué lugares del mundo; cuántos detenidos hubo en cada caso; con qué grupos internos de EEUU está vinculada esta presunta organización criminal… Invariablemente verá que el interrogado pone los ojos en blanco, asume la misma actitud que si estuviera tocando una cacerola en el balcón de su casa, y responde que “son narcos y punto porque lo dice EEUU, que esos gringos son demasiado buenos investigando… ¿o tú no has visto CSI?”.

Viva la muerte

La disposición a apoyar cualquier  mentira, infamia, fakenews, posverdad, irresponsabilidad o estupidez conduce a algo peor: la gente se hace capaz de avalar cualquier crimen. Así, hemos presenciado también esta semana  como flamantes tecnócratas, respetables doñitas fashion y –otra vez ellos- encorbatados jurisconsultos, han salido al ruedo a justificar, a legitimar, a cohonestar los planes para cometer asesinatos y otros actos de violencia que reveló, con lujo de detalles, el mayor general Clíver Alcalá Cordones, proyectos en los que estaba participando una parte de la oposición política.

Con una irresponsabilidad rampante, estas personas se congratulan por la posibilidad de que vengan grupos alzados en armas a matar a otros venezolanos a nombre de la libertad, y para justificarlo intelectual y moralmente, afirman que no se trata de un genocido ni de una masacre, sino que serán “operaciones quirúrgicas”, es decir, que matarán pero de manera selectiva, vaya usted a saber con qué criterios.

Pese a su gran decencia y su enorme capacidad pensante, parecen no considerar la razonable hipótesis de que algo así podría desatar incontenibles espirales de violencia, de las cuales apenas si hemos visto asomos y de cuyos nefastos efectos nadie estará eximido.

(Clodovaldo Hernández

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