Loco furioso
En 2019 vivimos en peligro. 2020 luce más alentador, a menos que resulte peor, que puede
Vivir con los Estados Unidos arrinconados en este lado de la galaxia es como estar encerrado en un ascensor con un loco furioso. Y armado. Y no podemos mudarnos de galaxia.
No soy siquiatra y por eso no sé si existen esos que llaman locos furiosos. Pero, científica o no, es patente la idea y la emplearé en beneficio del argumento.
Tan locos están que son los únicos que han lanzado una bomba atómica sobre una población indefensa. Dos. Por ejemplo. Para no hablar de los loquitos que la cogen a tiros con la gente, haciendo el mal sin mirar a cuál, al azar, una o dos veces por semana. O más. No sé si hay locos furiosos pero sí sé que hay gatilloalegres gringos.
Para no hablar de los gatilloalegres que dirigen la Reserva Federal, que están inyectando en el mercado financiero cientos de millardos de dólares diarios como si no supieran que están inflando una burbuja que puede estallar cualquier día a cualquier hora. Porque al paso que van es cosa de horas. Minutos.
Para no mentar a Trump, que coméntame su salud mental. Es lo más parecido al niñato de aquella película Ricky Ricón, un crío supermillonario consentido y malcriado, tal como ha consentido y malcriado el sistema financiero a Donald Trump. Por las sinrazones que sean es un bebé envejecido y mimado, acostumbrado a hacer lo que se le pega la gana y ahora los políticos no hallan cómo parar el monstruo. Y si falla el juicio político, no harán sino fortalecerlo más todavía para que siga tratando el mundo como su juguete, como siempre ha hecho con todas las cosas y con todo el mundo; Alicia Machado tiene una historia irritante que contar. Pregúntale y te dirá.
Pero más me preocupa que lo destituyan porque entonces van a poner a alguien peor, que abundan en ese país de locos furiosos. Y locas, como Hillary, que se ríe cuando matan gente, como cuando le informaron que acababan de linchar a Gadafi. Es más peligrosa que Trump porque es inteligente. De todos modos, a los Estados Unidos lo controla una quisicosa llamada el Estado Profundo, una máquina obsesivo-compulsiva sin cara, conformada por el Complejo Industrial Militar, Wall Street y el totalitarismo mediático.
En 2019 vivimos en peligro. 2020 luce más alentador, a menos que resulte peor, que puede.