Opinión

Terremoto andino

El calor de abajo es signo de masa, multitud, pueblo. Pueblo cuyo corazón late oculto con más fuerza abajo

Nuestra América tiene un ritmo propio, telúrico. En el subsuelo, están las causas históricas y sociales, regadas las semillas de nuestros pueblos: sus mártires con sus cuerpos destrozados, pero siempre rebeldes y alborotados. Bajo nuestros pies corre aún la sangre derramada por indígenas y héroes. La sangre, lava aborigen, no odia, ni es resentida, sino savia incendiaria (Ortuñez).
Barthes recreando a Michelet decía, al oponer el calor a la luz, que todo acto de incubación es un fenómeno de profundidad, mientras que la luz , como fenómeno de altura, tiene una naturaleza gélida, es estéril, no engendra.

El calor de abajo es signo de masa, multitud, pueblo. Pueblo cuyo corazón late oculto con más fuerza abajo.

El pueblo chileno se muestra como pueblo volcán, irrumpe libre desde nuestras semillas. No es casual que Martí finalice Nuestra América con la imagen del Gran Semí, en su condición de energía sembradora, de donde nacieron los hombres nuevos.

Este nuevo ciclo de insurgencia frente al pantano de la globalización, después de 30 años de expoliación neoliberal, doctrina del shock continuo impuesta a sangre y fuego por el mercado y las armas. Se rebelan los pueblos de los paquetazos que vestidos de izquierda y de derecha nos aplican, desregulando, desterritorializando y despolitizando, usando coartadas y bloqueos para rendir a los estados sean estos mínimos o de justicia y bienestar social, insurgen hastiados de la explotación de la fábrica social.

Comprendamos: no son los 30 pesos del aumento de la tarifa del metro de Santiago, son 30 años de exclusión sistemática, de tensiones y abandono al pueblo que ve como desde la vitrina se pavonean las élites hambreadoras.

El pueblo chileno a pedradas indignado rompió la vitrina de ilusión de la máquina neoliberal. Pues estamos destinados a emerger desde nuestro ser autóctono, aplastado y sujetado ahora, pero empujado por secretos latidos invisibles que queman y convierten lo imposible en posible: la justicia social.

Nuestra América hoy brota, irrumpiendo súbitamente, y es porque las entrañas de la tierra aguantan las ganas por mucho tiempo y de súbito, sin causa visible, inesperadamente para todo de una vez (Ortuñez).

Es Chile, Ecuador, Perú, nuestra América hoy, insumisa.

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