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El Barcelona devoró al Real Madrid

La historia del Barça se escribe a partir del 5, un dígito mágico desde el 0-5 de Cruyff en el Bernabéu y del 5-0 de Guardiola a Mourinho sin olvidar el 5-0 del Dream Team. Al Madrid de Lopetegui le quedará el consuelo del gol del honor: 5-1 es el marcador del último clásico disputado en el Camp Nou.

El Barça sin Messi es mucho mejor equipo que el Madrid con Lopetegui. Al técnico vasco le quedan seguramente pocos minutos como entrenador blanco mientras que al jugador rosarino se le aguarda para que corone la excelente obra coral de Valverde. El clásico fue de los azulgrana, con y sin balón, individual y colectivamente, muy superiores a un desalmado y desafortunado Madrid. Ningún jugador expresó mejor la diferencia que Luis Suárez, más ambicioso, audaz, intenso y efectivo que ninguno, protagonista de un hat-trick, líder de un equipo líder en LaLiga.

Abandonado por Cristiano Ronaldo, el Madrid es hoy un equipo manso y abandonado, incluso en el Camp Nou, escenario de épicas victorias en tiempos de dominio del Barça en LaLiga que le servían para redimirse de los clásicos del Bernabéu y llegar hasta la final de su querida Champions. Ahora mismo le sobran las áreas y las porterías, ha dejado de ser efectivo y por tanto ha dejado de ser el Madrid. Ha cambiado el tiempo y la hora y, sin embargo, el reloj de Lopetegui no sincroniza con el de Florentino.

Las sensaciones del partido con el Inter fueron tan buenas que Valverde repitió alineación ante el Madrid. Ausente Messi, cuya presencia parece tener un efecto hipnotizador sobre el equipo y el técnico, la inclusión de Rafinha refuerza la idea del pase como hilo de juego del Barça. El fútbol de posesión, posición y presión, tan definitorio del estilo azulgrana, se impone al desborde y al desequilibrio, simbolizado en el suplente Dembélé. Rafinha parece calzar mejor hoy con la apuesta barcelonista por los centrocampistas y el solfeo de La Masia.

El Madrid, mientras, da vueltas alrededor de Isco y no sabe qué hacer con Asensio. Jugador por jugador, es un señor equipo, repleto de futbolistas tan buenos como conocidos, hoy desconcertados y desconcertantes, a ratos desquiciantes y por un cuarto de hora admirables, necesitados de una carta de navegación para pelear de forma regular por LaLiga. Nadie mejor que Vinicius para simbolizar el lío que hay en el Bernabéu. El club peleó para que le quitaran la sanción y, una vez absuelto, el brasileño no jugó ni en el Castilla ni Lopetegui le puso en Barcelona.

El técnico sabía que se la jugaba y desafió a su presidente sin la complicidad de los futbolistas porque a juzgar por su entrada al campo les daba igual Lopetegui que Florentino. El Madrid no salía de su cancha, asfixiado por el acoso de un Barça más solidario en su esfuerzo, porque Rafinha pesaba más que Isco, mejor puesto por las rupturas desde la izquierda de Jordi Alba y Coutinho. El gol estaba cantado: Rakitic profundizó para Alba después de 30 toques y la asistencia del lateral la embocó Coutinho, infalible en el tiro, un seguro de vida en el Barça para poner el 1-0.

El orden y la agresividad azulgrana contrastaban con el caos y la candidez de un Madrid reiterativo en las pérdidas provocadas por el apretón del Barça. Los azulgrana dominaban los tiempos y la velocidad del clásico, más dinámicos y rematadores, como se advirtió en un disparo de Arthur que repelió bien Courtois y en una caída de Luis Suárez después de un empujón de Varane. El árbitro pitó penalti después de consultar al VAR. El estreno del video arbitraje en un clásico sonrió también al serio Barcelona porque no perdonó Luis Suárez: 2-0.

A la desesperada, el Madrid se corrigió estupendamente en el descanso con la entrada de Lucas Vázquez y una defensa de tres centrales presidida por Casemiro. No solamente tapó mejor la banda por la que sangraba y había concedido los goles sino que se estiró por los dos costados y en diez minutos atrapó el gol fácilmente con un tiro de Marcelo y no empató porque el poste derecho de Ter Stegen rechazó el tiro de Modric. Arriesgó el Madrid, dispuesto a que el encuentro se jugara a la ruleta rusa, y sufrió un rato el Barcelona.

El momento del Madrid

Las tornas habían cambiado ante la extrañeza del Camp Nou. Aturdido y encogido como estaba el equipo, la intervención de Valverde resultó decisiva para que el Barcelona recuperara el mando y revolcara al Madrid. Los cambios del técnico fueron decisivos: Semedo permitió que Sergi Roberto recordara sus mejores tiempos de volante, estupendo a la hora de quitar y centrar; Dembélé impuso su velocidad y regate en la pradera madridista, incontenible a la hora de atacar los espacios; y Arturo Vidal pudo dar fe de vida con el 5-1, el marcador dígito del Barça.

A tumba abierta, Luis Suárez completó las vertiginosas contras azulgrana y penalizó los errores del Madrid. El uruguayo ha metabolizado el juego del Barça mientras que los madridistas se han quedado secos desde que se ha ido Cristiano. El portugués se ha llevado todos los goles, los 50 propios y los de los demás, mientras que Courtois se ha traído los suyos y los que no tomaba Keylor Navas. El Barça denunció en un partido las carencias acumuladas en varias jornadas del Madrid y simplificadas en Lopetegui, atrapado en su papel de gafe y saco de todos los golpes desde su salida de La Roja. A falta de figuras, si había algo en juego en el clásico era la cabeza del técnico; se trataba de triunfar o claudicar y un 5-1 es gloria para un emocionado Camp Nou y resulta imperdonable para el Bernabéu.

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