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El drama de las estrellas para estar en Rusia

Al Mundial se llega por muchos caminos. Unos, autopistas de asfalto, autovías lisas, sin sobresaltos; otros, senderos pedregosos, inhóspitas veredas. La vida a veces pega duro. Demasiado. Pero hay jugadores que se sobreponen a todo por cumplir un sueño: estar en la Copa del Mundo. Asesinatos, pobreza, deportaciones, noches en la calle… Así han crecido algunos de los futbolistas que están en Rusia. Y estas son sus historias.

 

Hoy está en el Mundial de Rusia, pero siendo un niño presenció un crimen. Peor aún. Vio a su padre apuñalar a su madre. Imposible olvidar. Un drama familiar. Tenía 10 años y perdió la esperanza, hasta la fe en la vida. También en el fútbol. Su padre fue a la cárcel: 15 años de condena. Y él, acompañado de su hermano mayor Dawid, se quedó bajó los cuidados de su abuela, que ejerció de madre, de tutora y le enseñó a sobrevivir. Era septiembre de 1996.

 

Pero ahí apareció otra figura clave en su vida, su tío Jerzy Brzeczek, que fue capitán de la selección de Polonia y el que le animó a seguir jugando al fútbol. Cuando estaba hundido, el balón fue el ancla al que sujetarse. Blaszczykowski volvió a entrenar. Era también una terapia, una forma de borrar lo imposible de olvidar. Y de ahí a la cima del fútbol, al Mundial. Si marca en Rusia, su tanto irá dedicado a su madre y a su abuela.

 

Firmino está en el Mundial casi de milagro. Su historia se las trae. Primero, por la oposición de su familia. "Cuando era niño, mis papás no querían que jugase al fútbol. Ellos deseaban que estudiara. A veces, incluso me encerraban en casa, aunque yo saltaba un muro por la parte de atrás", recuerda el brasileño. Además, tenía otra tarea: ayudar a su familia a vender agua de coco en Maceió, donde vivía.

 

Pero Marcellus Portella, un dentista, le descubrió casi de casualidad cuando estaba jugando un encuentro con el Regatas Brasil siendo un adolescente. Apostó por él. Decidió convertirse en su agente. Y, más adelante, en 2009, le consiguió una prueba en Francia, en el Olympique de Marsella. De camino al país galo, sin embargo, tuvo que hacer escala en Madrid y ahí no pasó los controles de inmigración, no le dejaron continuar el viaje. Tenía 17 años y tuvo que volver a su país. Deportado. Ahora con 26 va a disputar el Mundial con Brasil.

 

El niño que pintaba las calles en el Mundial de Brasil

Sólo cuatro años han pasado. Pero la vida de Gabriel Jesús ha cambiado de forma radical. En 2014, en la Copa del Mundo de Brasil, el crack brasileño aún no había debutado en la primera división y se dedicada a pintar las calles de Sao Paulo. Estaba descalzo, tal y como se puede apreciar en la imagen. Tenía 17 años, su padre le había abandonado y se había criado con su madre Vera Lucía en Tremembé. Ahora calza botas que valen cientos de euros y es una de las estrellas de la Canarinha en el Mundial de Rusia.

 

Nómada, pizzero, lavacoches… y muchas noches a la intemperie

Alireza Beiranvand juega contra España. Es el portero de Irán. Y ha llegado al Mundial después de una lucha por la supervivencia. Nacido en una familia de nómadas, de esas que aún peregrinan con el ganado, ejerció de pastor, al tiempo que soñaba con el fútbol.

 

"Para mí, el mayor reto son todos los sacrificios que he tenido que afrontar a lo largo de mi carrera deportiva. Hace años no tenía ni un lugar donde dormir, estaba lejos de mi familia y eso fue el mayor de los obstáculos", explicó a la agencia EFE.

Una oportunidad que le llegó después de una fuga, porque tuvo que escaparse de casa para poder jugar. Su padre no le dejaba. Y él decidió marcharse a la capital, donde durmió muchas noches en la calle y trabajó de pizzero, lavacoches y barrendero para poder comer… Hasta hoy que, a sus 25 años, es el guardameta de la selección. "No se lo vamos a poner nada fácil a España", asegura.

 

 

 

Una infancia marcada por los problemas con el alcohol de su madre

Dele Alli se llama en realidad Bamidele Jermaine Alli. Y tuvo una infancia complicada. Muy difícil. A los 13 años se fue a vivir con una familia de acogida para escapar de las calles y huir del camino que le conducía directo al ‘infierno’. Su realidad discurría por el sendero de los problemas con el alcohol de su madre Denise, incapaz de cuidarle, y sus malas compañías en la calle donde convivía con las drogas y las armas.

Antes, su padre, de nombre Kehinde y príncipe millonario de una tribu nigeriana, se había marchado a la semana de nacer él. A Dele Alli no le gusta hablar de aquella época. Y encontró en el fútbol un refugio, una vía de escape. Hasta hoy que es una de las estrellas de Inglaterra en el Mundial de Rusia.

 

 

 

Un niño escondido, un padre asesinado

Disparos. Y un niño asustado, escondido debajo de la cama. 1992, Necoclí, región de Antioquia, Colombia. Es Juan Cuadrado. Tenía cuatro años y al salir de su cobijo, vio una imagen que le dejó una huella de por vida. Marcada a fuego para siempre. Su padre estaba en el suelo, herido de muerte. Un grupo armado había llegado a su pueblo y empezó a disparar. Ya no había vuelta atrás.

 

Huérfano, Marcela, la madre, se puso el ‘mono’ de trabajo. En una bananera, primero; en una heladería, después. Cuadrado quedó un tiempo al cargo de su abuela, pero lo que nunca abandonó fue el fútbol… Y este es su segundo Mundial.

 

 

Huérfano por culpa de la guerra

Su padre se llamaba Austin y era un pastor cristiano en Kaduna, Nigeria; y su madre, Josephine, le ayudaba con el trabajo. Los dos fueron víctimas de la guerra en 2002. Asesinados en su casa. Moses tenía 11 años. Estaba jugando al fútbol en la calle cuando le contaron la trágica noticia. El pequeño escapó. Y pidió asilo en Inglaterra. Empezó de cero, de la nada. "Definitivamente, donde sea que estén en este momento, mis padres deberían estar orgullosos de mí", dice Víctor en una entrevista con The Guardian.

"Jugábamos sin botas, descalzos, con una pequeña pelota", recuerda de aquellos partidos de la infancia en Nigeria, país con el que ahora disputará su segundo campeonato del mundo.

 

 

Escapando de las bombas que se llevaron a su abuelo

La guerra de Croacia empezó 1991, acabó en 1995. Modric tenía cinco años. Era un niño. Y su infancia estuvo marcada por el conflicto bélico. Tuvo que huir de su ciudad; Stipe, su padre, fue soldado del ejército croata; y su abuelo perdió la vida, asesinado por los serbios cerca de su casa.

Su madre escapó con el pequeño Luka a Zadar, lejos de los disparos, de las bombas, de la muerte. Y allí vivió en el Hotel Kolovare junto a otros refugiados, donde el pequeño Luka ya jugaba al fútbol.

El futbolista prefiere olvidar aquella época, pero fue un tiempo que le marcó. Dejó una huella profunda. Eso siempre queda. "La guerra me hizo más fuerte. Fueron tiempos durísimos para mí y para mi familia. No quiero arrastrar ese tema para siempre, pero tampoco me quiero olvidar de ello", recordaba Modric, referente de Croacia en Rusia.

Jamie Vardy (Inglaterra)

 

El obrero que estaba localizado por una tobillera de seguimiento

En el Sheffield Wednesday, con 16 años, le descartaron pon enclenque. Por ser demasidado pequeño. Y con esa edad, en plena adolescencia, empezaron los problemas: la mala vida, la de los conflictos.

 

Siguió jugando en las divisiones inferiores inglesas, pero el sueldo era una miseria. Al mismo tiempo trabajaba en una fábrica de férulas, dinero con el que vivía. Y a todo esto lo acompañaba de salidas nocturnas. Una mezcla explosiva. Juergas que no siempre acababan bien. Una terminó en una pelea. A la comisaría. Condenado y en libertad con una pulsera de seguimiento en el tobillo. También con toque de queda.

Pero llegó el Leicester, su explosión, sus goles, la fama y el dinero. La selección de Inglaterra y su estreno en un Mundial. Será en Rusia.

 

 

El controlador de autobuses que ya no creía en el fútbol

Carlos Bacca cuenta su historia. Nadie le regaló nada. Llegó al fútbol casi de rebote, cuando ya había perdido la esperanza. "Con 20 años estaba en mi pueblo, Puerto Colombia, de ayudante de bus. La vida no era fácil. Después me tocó de controlador de los buses para poder ayudar porque vengo de una familia muy humilde y tenía que ganar dinero para ayudar. Las puertas del fútbol se me habían cerrado hace tiempo y ya, a esa edad, no contaba con eso. Pero ese año me hicieron unas pruebas en el Junior de Barranquilla y gracias a Dios las pasé", recordaba el delantero en una entrevista con MARCA.

 

 

Ahí empezo el ascenso fulgurante del colombiano. Ahora afronta su segundo Mundial. Pero antes también trabajó de pescador. Y lo pasó mal con la fama, le costó digerir el éxito. "Viví momentos difíciles desde niño y cuando uno empieza a ganar dinero cree que lo tiene todo. Estaba muy equivocado. Cometí errores, pero gracias a Dios aprendí", aseguraba.

 

 

El hombre que llora al recordar su infancia

No puede contener el llanto al recordar su infancia. Síntoma, sin duda, de que no fue fácil. Para nada. El centrocampista recuerda cómo su madre le tenía que engañar para que no comprara una bebida que le gustaba. Ella no quería que él se diera cuenta de la pobreza en la que vivían. En la familia no había dinero para esos lujos.

 

"En mi infancia pasé mucha pobreza. Pensando ahora y viendo lo que tengo… Cuando pasaba eso, mi madre me distraía y me decía que debía entrar a casa, porque no tenía para comprar", aseguraba en un vídeo en Real Madrid Televisión. El brasileño es ahora pieza clave de Brasil en el Mundial de Rusia.

 

 

 

Un año de lucha contra la leucemia

Leucemia. A Carl Ikeme le diagnosticaron la enfermedad en el verano de 2017 en las pruebas médicas a las que se sometió con el Wolverhampton antes de comenzar la pretemporada. Y ahí empezó la quimioterapia, una batalla por vivir.

El Mundial de Rusia se había acabado para él. Pero aún quedaba una opción de ‘estar’ allí: una citación honorífica. "Será nuestro jugador número 24. Hasta el último momento existe la opción de traer a estos futbolistas", aseguró Gernot Rohr, el seleccionador nigeriano.

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