Hace 164 años falleció Simón Rodríguez
El 28 de febrero 1854 hace 164 años, falleció en Perú, Simón Carreño Rodríguez, uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo, quien abrió al Libertador, Simón Bolívar, los horizontes del pensamiento libertario, cuya obra educativa, junto con el análisis de la realidad latinoamericana de su tiempo se cuentan entre los primeros intentos de reivindicar la especificidad cultural de nuestros países en los proyectos sociopolíticos.
Nacido en Caracas el 28 de octubre de 1769, el sacerdote Alejandro Carreño le dio su apellido, en 1793, al contraer matrimonio con María de los Santos Ronco, él mismo se declaró “Expósito de esta feligresía”, término que solía utilizarse para aludir a quienes habían sido abandonados por sus padres. Su madre, Rosalía Rodríguez, era hija de un propietario de haciendas y ganado, descendiente de canarios.
Rodríguez concibió un modelo educativo revolucionario, que intentaba adaptarse a las características de las naciones americanas.
Años después, su más ilustre discípulo, Simón Bolívar, refiriéndose a esta enseñanza en carta al general Santander, diría que su maestro “enseñaba divirtiendo”. Este espíritu de superar las rígidas costumbres educativas de la colonia está presente en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.
Partidario de la causa independentista por su contacto con el ideario de la Ilustración, en 1797 se vincula al proyecto emancipador del pedagogo mallorquín Juan Bautista Picornell, en asociación con los venezolanos Manuel Gual y José María España.
Al fracasar esta tentativa revolucionaria, Rodríguez se trasladó a Jamaica, donde adoptó el nombre de Samuel Robinson, y luego viajó a Francia en 1801, donde encontraría nuevamente a Bolívar, siendo testigo del famoso juramento del monte Sacro, el 15 de agosto de 1805.
Tras vivir casi veinte años en Europa, regresó a América en 1823, recuperando el uso de su nombre, Simón Rodríguez. Al año siguiente estableció en Colombia la primera escuela taller.
De esta forma, atendió una solicitud hecha por Bolívar desde Perú, fue nombrado Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas, así como de Minas, Agricultura y Vías Públicas de Bolivia, con el encargo de crear la estructura educativa del país.
Con sus escritos defendió ideológicamente la obra de Bolívar, ejemplo de lo cual es El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de Armas (1830).
Los últimos días de su vida, ejerció la docencia en Quito y Guayaquil (Ecuador), donde un incendio destruyó gran parte de su obra escrita.
En 1853 viajaría por última vez a Perú, junto con su hijo José y Camilo Gómez, quien le asistiría en su muerte, ocurrida en 1854 en el pueblo de Amotape. Setenta años después, sus restos fueron trasladados al panteón de Perú, luego a su Caracas natal, hallándose desde 1954 en el Panteón Nacional.