Salud

¡Atención! 10 enfermedades que pueden transmitir las mascotas

Son uno más de la familia, pero, sin el control adecuado, las mascotas pueden convertirse en una fuente de enfermedades. Según la OMS, tres de cada cuatro nuevas infecciones proceden de los animales.
 
Toxoplasma: el parásito que puede llegar al feto
 
El enemigo número uno entre las embarazadas que conviven con un gato es la toxoplasmosis. Durante los meses de gestación, han de manipular la mascota con cuidado, para prevenir una infestación que puede derivar en malformaciones e incluso en abortos. Para tranquilidad de las futuras madres, hay que decir que esa situación solo se da en casos extraordinarios, cuando el parásito que la provoca, el Toxoplasma gondii, atraviesa la barrera placentaria e infecta al feto.
 
El contagio puede ser instantáneo al tocar las heces del animal enfermo cuando se manipulan inadecuadamente los areneros y las cajas de excrementos de la mascota. Los síntomas más comunes son la inflamación de los ganglios linfáticos de cabeza y cuello, fiebre y dolores de cabeza, garganta y músculos. L
 
¡Atentos a los arañazos gatunos!
 
Si tu minino está cuidado, sus zarpazos no pasarán de ser unas caricias más o menos molestas. Si no, sus uñas pueden convertirse en el mejor aliado de la bartonelosis, una infección producida por la bacteria Bartonella henselae. Aparte de arañazos y rasguños, el germen puede desembocar en el ser humano a través de las mordeduras, así como de la saliva del animal al entrar en contacto con la piel o las superficies mucosas de la nariz, la boca y los ojos de su dueño.
 
Los síntomas se manifiestan en ampollas en el lugar de la lesión, fatiga, fiebre, dolor de cabeza, inflamación de los ganglios linfáticos cerca del foco de la infección y malestar general. Por lo general, la enfermedad del arañazo del gato no es grave y suele remitir sin tratamiento médico. Si no, hay que tomar un antibiótico. Cortar las uñas del felino con regularidad, desinfectar instantáneamente cada lesión y lavarse las manos después de tocar al animal son el mejor antídoto preventivo contra una dolencia que puede calificarse de emergente, a pesar de lo fácil que sería desterrarla para siempre.
 
La fiebre de los conejos
 
Conejos, roedores. Estos son los reservorios más comunes de la tularemia, una enfermedad ocasionada por la bacteria Francisella tularensis que pasa al hombre por contacto con animales enfermos u otros agentes infectados, como garrapatas y moscas, o por la ingesta de carne o agua contaminadas. Algunas personas pueden llegar a tener neumonía después de inhalar la tierra o los vegetales infectados. A pesar de los controles, cada vez se producen más casos. 
 
Al loro con loros y periquitos
 
Las mascotas de pico no están libres de culpa. La zoonosis voladora más común es la psitacosis, una infección generada por la bacteria Chlamydophila psittaci, que se oculta en los excrementos de los pájaros. Los loros y los periquitos son las aves domésticas más propensas a transmitirla. En muchos casos, estas aves son importadas, así que como medida de precaución, se mantienen en cuarentena. El paso de la bacteria a las personas provoca síntomas parecidos a los de la gripe, como fiebre, escalofríos y dolor de cabeza, por lo que es fácil confundirla con esta.
 
El contagio se produce con frecuencia por inhalación del polvo de las heces secas que se encuentra en las jaulas. Estos restos mantienen su capacidad infectiva durante semanas. Por ese motivo, afecta particularmente a los empleados de tiendas de animales, a trabajadores de plantas de procesamiento de carne de aves y a veterinarios.
 
Quistes en serie
 
Los lugares con déficit de higiene y condiciones pésimas de salubridad son el caldo de cultivo de la giardiasis. Por ello, es una infestación que se ceba en los países más pobres. La enfermedad se manifiesta en quistes, y tiene su origen en un protozoo microscópico llamado Giardia duodenalis. Este se propaga entre mascotas, de estas a humanos y entre humanos por contacto con las heces. Se considera también como una enfermedad de transmisión sexual (ETS), ya que en algunos países es frecuente adquirirla a través de relaciones anales sin protección. 
 
Garrapata, la gran chupadora
 
La bacteria Borrelia burgdorferi se aprovecha de los perros con garrapatas para llegar hasta el hombre. Su picadura produce la borreliosis o mal de Lyme, infección que se manifesta con fiebre, cefalea, vómitos y dolor muscular y articular. Algunas veces genera erupciones cutáneas con forma de escarapela, mancha roja y ligeramente elevada en el lugar de la picadura. En pocos casos, degenera en secuelas neurológicas y cardiacas. 
 
Sarna: no te acuestes con ella
 
Puede considerarse la más democrática de las infecciones porque se encuentra en todas las latitudes y no entiende de sexo, raza o edad. Afecta a todos. Algunos ácaros responsables de distintos tipos de sarna prefieren el cuerpo de los animales y no saltan a los humanos, pero los hay que sí, como el Sarcoptes scabiei. La infestación que provocan estos arácnidos es leve, caso de la desatada por los perros y por una mascota poco habitual pero muy vulnerable a estos microorganismos: los erizos. En ambos casos, el picor se limita a la zona de contacto y se cura sin tratamiento específico. Aun así, se recomienda usar guantes para tratar al animal y, en el caso del perro, evitar que comparta con las personas el mueble o la cama.
 
La que más quebraderos de cabeza da es, precisamente, un tipo de sarna, la escabiosis, que provoca el citado Sarcoptes scabiei. Se transmite entre personas y es fácil que se instale en toallas o sábanas, por lo que hay que lavarlas a alta temperatura para que muera. Es muy resistente y reaparece con facilidad.
 
Quiquiriquí, la Campylobacter ya está aquí
 
Atentos al nombre: campilobacteriosis. La causa: el contacto directo con las heces de las aves de corral, especialmente, y de perros, gatos, roedores, conejos, reptiles y anfibios.
 
Campylobacter, la bacteria responsable de esta infección, es extremadamente frágil, ya que no tolera la deshidratación y crece solo en ambientes con poco oxígeno. Esa condición la encuentra en el cuerpo de los pájaros. De hecho, las aves de corral pueden convivir toda la vida con este microbio sin enfermar. Por eso, se recomienda no utilizar nunca el cuchillo con el que se ha troceado un pollo crudo para manipular otros alimentos, porque puede contaminarlos si antes no se lava. Lo primero que notan los infectados es fiebre, y después dolor abdominal, calambres y diarrea. Este último síntoma dura entre 48 y 72 horas, y el resto remite a los siete o diez días. Como ocurre con otras infecciones, solo es potencialmente grave en personas inmunodeprimidas, ya que la infección puede extenderse a todo el cuerpo.
 
Leishmaniasis: una peligrosa picadura
 
De los vertederos y las alcantarillas o de las casas en ruinas no puede esperarse nada bueno para la salud. Son los ambientes preferidos del flebotomo, un díptero similar a un mosquito que también se esconde en cuevas, grietas del terreno, las oquedades de los árboles… Desde sus refugios, los flebotomos hembra parten para picar a los perros y chuparles la sangre. Durante esta actividad transmiten al animal protozoos del género Leishmania, causantes de la leishmaniasis o leishmaniosis, que también afecta a los seres humanos, especialmente a personas con las defensas deprimidas, como los pacientes con tuberculosis o sida.
 
Lo más frecuente es que aparezcan lesiones cutáneas en forma de llagas, que pueden convertirse en una úlcera cutánea que sana muy despacio, y solo en los casos más graves –leishmaniasis sistémica– se produce una inflamación del hígado y el bazo que puede llevar a complicaciones mortales.

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