Entre promesas y amenazas incumplidas la palabra opositora no vale nada
Uno de los problemas más graves de los líderes de la contrarrevolución es que no tienen palabra. No les cumplen las promesas a sus seguidores ni tampoco cumplen las amenazas que profieren, sin mucha contención, contra sus adversarios.
Los psicólogos dicen que es tan importante cumplir las promesas como las amenazas, especialmente cuando hablamos de la relación entre progenitores y descendientes; entre docentes y estudiantes; o entre supervisores y supervisados en los trabajos y otras organizaciones. Pero no es menor la importancia de esta sana costumbre en ámbitos más amplios como la política doméstica, la política internacional y esa prolongación de ambas que es la guerra.
El no cumplir con sus promesas-amenazas ha sido un mal recurrente de la oposición a la Revolución Bolivariana. Pero, en el último año y tanto se ha hecho mucho más evidente.
En materia de promesas, mucho se le he ha echado en cara a la MUD el haberles dicho a sus simpatizantes que la cola para votar el 6D sería la última que harían. En enero, ebrios de euforia por haber tomado el fortín de la Asamblea Nacional, comenzaron a prometer-amenazar a diestra y siniestra (y, sobre todo a ultradiestra). Uno de sus más veteranos dirigentes, Henry Ramos Allup, ensoberbecido por los masajes de ego mediáticos, prometió liquidar al gobierno en seis meses.
Para no quedarse atrás, otros jefes y capos prometieron-amenazaron (sus planteamientos son híbridos: promesas para un bando y amenazas para el otro) que destituirían a Maduro, que convocarían a una Asamblea Constituyente, que demostrarían que el presidente es colombiano, que lo obligarían a renunciar a punta de manifestaciones cívicas, que pondrían a sus aliados en el Tribunal Supremo de Justicia y en el Consejo Nacional Electoral. Luego de retrasarse en la solicitud, y a sabiendas de que los plazos jurídicos no iban a cuadrar, se lanzaron con la promesa-amenaza del referendo revocatorio.
Volviendo a los psicólogos, estos profesionales dicen que para hacer promesas hay que estar seguros de que se van a poder cumplir. Por ejemplo, si usted vive en Caracas y les promete a sus hijos unas vacaciones de quince días en Punta Cana, y luego los quiere arreglar con un sábado en playa Culito (así se llama, queda en Vargas, para los que no la conozcan), es de esperarse que, por mucho que lo admiren, los chamos comiencen a considerarle un gran hablador de pendejadas. Los expertos recomiendan, entonces, arroparse hasta donde alcance la cobija.
Lo mismo pasa con la amenaza, pero esta tiene el agravante –advierten estos conocedores de la conducta humana- de que suele hacerse bajo perturbación emocional y, por lo tanto, tiende a ser más desproporcionada. Para seguir con ejemplos humorísticos, usted es un señor cincuentón de 1,60 metros y 60 kilos, de contextura debilucha, pero un día, enfurecido, amenaza a su vecino de 30 años, 1,80 y 90 kilos, con “romperle la jeta” la próxima vez que haga una fiesta bulliciosa. Pues bien, el día que eso ocurra, o usted entrompa al fortachón y corre con las consecuencias o se convierte en el hazmerreír del barrio.
A nuestra oposición (es nuestra, nadie nos la puede quitar) le pasan las dos cosas anteriores. A sus militantes les prometen villas y castillos, sin sacar cuentas antes sobre sus reales posibilidades de satisfacer. A los adversarios les lanzan toda clase de amenazas que tampoco tienen cómo cumplir, una vez que se vencen los plazos con los que ellos mismos se amarran.
Una de las situaciones más patéticas es la que se presenta cuando estos líderes prometen-amenazan con “salir a las calles” y, sobre todo, cuando aseguran que si el gobierno no hace lo que ellos exigen, “irán a Miraflores”. No sé si serán subjetividades de un observador no imparcial, pero se me antoja que cuando se muestran tan bravucones y luego solo mueven a un puñado de gente, es cuando más claramente ponen en evidencia que su palabra no vale nada. En esas ocasiones quedan al mismo tiempo como habladores de pendejadas y como el hazmerreír del vecindario.
(Clodovaldo Hernández / clodoher@yahoo.com)