Opinión

Papeles de Panamá: ¿de cuál periodismo y de cuál investigación hablamos?

El Club de los Mafaldos es un grupo de periodistas jóvenes y descreídos, como deben ser los periodistas sea cual sea la edad que tengan

“Mucha gente cree que el caso de los Papeles de Panamá es una prueba de la vitalidad alcanzada por el periodismo de investigación en la actualidad. No se dan cuenta de que es una demostración de todo lo contrario”, dice uno de los integrantes del Club de los Mafaldos, mientras lee en la prensa los pormenores de este escándalo internacional montado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

El Club de los Mafaldos es un grupo de periodistas jóvenes y descreídos, como deben ser los periodistas sea cual sea la edad que tengan.

El Mafaldo tiene razón. Tal como ocurre en muchos otros asuntos, la maquinaria mediática pretende darle a un determinado acontecimiento un significado opuesto al que tiene. Es un lujo que pueden darse quienes manejan ese arsenal de la guerra del siglo XXI.

Al contrario de lo que muchos piensan, el caso de los Papeles de Panamá es una prueba de la extrema debilidad en la que ha caído el periodismo de investigación en la actualidad. En rigor, ese tipo de periodismo está en una de sus etapas más oscuras porque es cada vez más dependiente de los factores de poder hegemónico en el planeta.

Los financistas de las organizaciones que llevan adelante las investigaciones son los gobiernos de las naciones más poderosas, de manera directa a través de agencias oficiales o con la intermediación de fachadas como las llamadas organizaciones no gubernamentales que se proclaman defensoras de la transparencia administrativa y de la libertad de prensa. Son, por cierto, las mismas agencias que financian las conspiraciones y las revoluciones de colores contra los gobiernos indóciles en cualquier parte del mundo.

Una pregunta muy elemental está destinada a abrir debates esclarecedores: ¿puede ser considerada objetiva una investigación sobre manejos de fondos públicos y privados que sea pagada por el gobierno del país más poderoso del mundo, dominado a su vez por el gran complejo industrial-militar-financiero-mediático? ¿No es acaso cierto que quien contrata la orquesta decide qué música se va a oír en la fiesta?

Ese solo factor sería más que suficiente para dudar de la validez del caso de los Papeles de Panamá como un buen ejemplo de investigación periodística. Pero todavía hay otro elemento que, al menos desde el punto de vista técnico, es más contundente: en realidad no hay tal investigación periodística. Lo que ha habido, al menos hasta ahora, es la difusión pública de una gran operación de espionaje, realizada por factores ajenos al periodismo. Los periodistas sólo actúan como megáfonos de la enorme infidencia, no como verdaderos investigadores.

Ya algo como esto había ocurrido con los casos que pueden considerarse como antecedentes del de Panamá: el de Wikileaks y el Edward Snowden. En ambos, alguien que estaba en posesión de mucha información valiosa decidió ponerla a circular, entregarla al público o a ciertos medios de comunicación. Eso dista bastante de las arduas labores de indagación reporteril realizadas por grandes del periodismo investigativo, como los famosos Robert Woodward y Carl Bernstein, los periodistas que completaron la investigación del caso Watergate. Tampoco se parece mucho a lo que han hecho John Dinges, autor del libro Operación Cóndor; o Daniel Santoro, de quien se dice que logró, con sus revelaciones, que metieran preso a Carlos Ménem.

Intentando ser positivo, les digo a los Mafaldos que a pesar de estos aspectos cuestionables, el tema de los Papeles de Panamá, ahora que se ha producido la gran revelación, podría dar lugar a verdaderos materiales de periodismo de investigación. Así ha ocurrido también en situaciones precedentes. “Hay que otorgar el beneficio de la duda”, planteo.

Los integrantes del club son poco crédulos también en este aspecto. Dicen que los síntomas iniciales han sido poco alentadores, pues en lo que se refiere a los presuntos implicados venezolanos, da la impresión de que, al menos en los primeros días, sólo se han difundido aquellos casos protagonizados por individuos que en algún momento estuvieron vinculados a la Revolución Bolivariana, al tiempo que se aplica una política de vista gorda con las irregularidades de empresas y particulares de nacionalidad venezolana, pero de ideas políticas opositoras, quienes –dicho sea de paso- han hecho de Panamá su gran centro de operaciones encubiertas.

Veremos cómo se sigue desarrollando el tema en los próximos tiempos. Si se comprueba el ocultamiento de datos y nombres, los mismos periodistas (al menos, los venezolanos) le estarían dando el tiro de gracia a lo que este asunto pueda tener de periodismo de investigación, pues este debe estar comprometido –como dice la fórmula jurídica- con la verdad, pero no con una parte de ella, sino con toda.

clodoher@yahoo.com

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