Carnaval
Vuelve cada 12 meses el intento de no ser quienes somos siendo quienes jamás fuimos.
Nunca es más feliz el papel liberado de soportarlo todo en el vendaval del papelillo.
La serpiente disfrazada de pájaro aletea en la serpentina.
La liberación solo llegará cuando las cadenas tengan la levedad de bambalinas.
Allá va el papel verde disfrazado de dólar.
Enmascara el Imperio sus genocidios como humanitarios.
Se traviste la oleada terrorista de oposición democrática.
Desfilan el asesino y el alcahuete pintarrajeados de defensores de derechos humanos.
Allá desfilan esbirros maquillados de víctimas, sicarios travestidos de disidentes, descuartizadores trajeados de mártires.
Allá va el político maula disfrazado con los símbolos de su adversario.
Se despeña la comparsa de quienes creen que se convertirán en millonarios votando por ellos.
Aquí viene el Rey verdadero con corona de cartón.
Allá van las coronas de verdad con reyes de cartulina.
La felicidad sería poderse quitar y poner a capricho la máscara del rostro.
Pasa la comparsa de los celulares que disfrazan las voces de estática.
Allá desfila quien se disfraza sucesivamente de todas sus personalidades.
Debe prohibirse a la mujer que amamos que se disfrace de otra cosa que de ella misma.
Pobrecitos los niños a quienes sus padres imponen el disfraz de vaqueros, de piratas, de califas antes de que las academias los disfracen de abogados, de ingenieros, de matasanos.
Insólito en el Carnaval ir disfrazado de uno mismo.
Lo que nadie ha probado es disfrazarse de disfraz.
Allá van las damas con las eternas máscaras de las cirugías estéticas, los teñidos, las fajas, los maquillajes extremos.
El colmo llega con el concurso de payasos tristes tratando de hacerse reir unos a otros.
Intenta el Carnaval con la máscara de un día disculpar la que llevamos todo el año.
Cesará el gran carnaval del mundo cuando todos andemos desnudos.
A la ceniza van todos los disfraces y los disfrazados al polvo.